Hacks para viajar con niños pequeños (y disfrutar en el proceso)

Viajar con niños pequeños puede provocarle ansiedad hasta al más relajado de los papás. Aunque el destino sea el más entretenido del mundo, para llegar hay que pasar por el aeropuerto, los tiempos de espera, los vuelos, los posibles atrasos en los vuelos, los transportes y todas esas partes que hacen que el prospecto de viajar con niños pequeños se vuelva agobiante.

Nosotros nos propusimos cuando tuvimos hijos involucrarlos en todas nuestras actividades favoritas, y como viajar estaba entre las primeras de la lista, nos inventamos todo un sistema para cuando eran bebés que nos funcionó súper por años (aquí escribí de eso en parte 1 y parte 2). Pero luego crecieron, y ahora ya no toman lechita, ni usan el coche como su medio principal de transporte, ni hacen siestas varias veces al día sino que corren y brincan y necesitan entretenerse y sentirse más involucrados en todo el proceso. Entonces nos inventamos otro sistema, y ese ya lleva bastantes viajes de prueba así que me siento tranquila de compartirlo hoy porque funciona.

El aeropuerto es para quemar energías

Este es un hack súper importante. A veces empezamos como con la idea de brindar fuentes de entretenimiento externas a los chicos desde el aeropuerto para que se mantengan tranquilos y ya para cuando se suben al avión, han usado todos los libros de pintar que traían para el avión y naturalmente se aburren más rápido en un lugar más difícil para encontrar cosas que hacer.

Mi sugerencia en el aeropuerto es inventar algún juego con los chicos como ir a buscar colores (ahora vamos a buscar algo azul, ahora algo verde…) o caminar por las alfombras sin pararse en los dibujitos. Pueden ir a ver todas las puertas de abordaje y contar los números, ir a asomarse por las ventanas a ver los aviones y contarles para cual lugar del mundo va cada uno.

Si tienen acceso al lounge del BAC en el aeropuerto de CR se los recomiendo ampliamente. Tiene un area de niños pequeños con play, juguetes, legos, hojas de pintar, snacks y horas de entretenimiento para los más chiquititos.

Una actividad para cada sentido

Ya cuando nos montamos en el avión, sí es importante que los chicos no anden corriendo por todo lado y que se mantengan en su asiento cuando es requerido así que para ese momento es que conseguimos actividades que no sean electrónicas (por lo menos para un inicio).

Yo no estoy para nada en contra de las pantallas, de hecho mis hijos tienen un rato corto designado para TV y otro para tablets/teléfonos casi todos los días, PERO en el avión yo recomiendo que los electrónicos sean la opción Z (o sea la última) porque al menos a mis hijos les pasa que una vez que empiezan a usar la pantalla cualquier otra actividad les parece aburrida, y si se llegan a aburrir de la pantalla entonces me quedo sin opciones, y eso si que es una verdadera tragedia 😂

Así que yo les llevo actividades para cada uno de los sentidos que no involucren pantallas. Por ejemplo les llevo tarritos pequeños de plasticina para jugar y stickers para pegar o pegarnos (tacto), crayolas y hojas impresas de colorear de sus personajes favoritos, o libros de pintar de los que se pintan con solo agua (vista), audífonos para que ellos escojan un playlist de spotify (oído), snacks snacks snacks y más snacks (olfato y gusto).

Cuando ya hemos hecho todas las actividades y si veo que la cosa está poniéndose medio pesada, entonces sale la tablet.

Algo SÚPER importante con las cositas para entretenerlos es no quemar cartuchos. O sea, si su hijo está entretenido viendo por la ventana del avión o pasando las páginas de la revista del avión, no le de nada! No use actividades valiosas a no ser de que sea necesario. Si los chicos están logrando entretenerse enhorabuena! Ya cuando lo sienta necesario, es mejor no sacar todas las actividades de un solo sino ir una a una (yo siempre empiezo pintando), y de ahí voy “escalando”.

Involucrar a los chicos en el itinerario

Este es súper importante porque ya a los chicos de 2 para arriba les gusta saber que es lo que va a pasar en un día para poder sentirse seguros y disfrutarlo. Eso no significa planear cada día hasta el último detalle pero si comunicarles “hoy vamos a estar en X ciudad y vamos a ver Y y Z, ¿les gustaría ir por un helado o buscar un café para comernos un queque después de ir al lugar?

Cuando los chicos pueden tener algo de control con respecto a lo que sucede en el viaje lo disfrutan miles de veces más.

Además es importante hacer muchas pausas durante todo el día para ver las cosas que ellos quieren ver aunque para nosotros no sean importantes: jugar con piedritas y perseguir palomas están de número 1 en la lista de prioridades de mis chicos cuando conocen un lugar.

Los niños son niños, no mini adultos

Tal vez este sea el tip más importante para disfrutar tanto los adultos como los niños. Los chicos no son adultos y no tienen por qué comportarse como adultos, es normal que ellos quieran correr, que quieran ir a su ritmo. Ellos son parte de la familia y como tales tienen derecho a establecer su paso en los momentos del día en que lo necesiten.

Busquen donde están las personas locales con sus niños y vayan ahí (puede que sean cafés o parques o playas públicas). Los chicos terminarán haciendo amistades y ustedes también.

Tener chicos pequeños no tiene por qué atrasarlo a uno nunca de hacer las cosas que más le gustan. Con unos pequeños ajustes todos pueden disfrutar de un viaje o un paseo en familia, y hacer recuerdos que durarán toda la vida ❤️

Nuestra Lista de Verano

Los veranos siempre son mi parte favorita del año; son recuerdos a los que regreso cuando quiero sonreír y revivir buenos momentos. A veces cuando empieza el invierno pienso “¡Me gustaría haber hecho “x” cosa con ellos cuando había sol todo el día”!, por eso este año quise hacer una lista de las cosas que de fijo me gustaría hacer con mis chicos para hacer esta temporada aún más inolvidable.

La lista tiene actividades sencillas, que se puedan realizar sin importar donde uno viva, el presupuesto o cuánto tiempo libre tenga. Ayer empezamos a chequear actividades y nos sentamos a ver el atardecer cobijados en el balcón :). Estoy súper emocionada por completar las demás antes de que empiece la temporada lluviosa.

Y ustedes, ¿qué les gusta hacer durante el verano?

Lectura recomendada antes de visitar a un recién nacido

Recien nacido

Lo recuerdo como si fuera ayer: mi sobrino menor acababa de nacer hacía una semana y fuimos por primera vez a verlo a su casa. Mi cuñada, recuperándose aún de una cesárea nos recibió a todos con una sonrisa, y estaba intentando ayudar a comer a mi sobrino mayor. En eso el bebé (quién hasta el momento había estado en su cuna tranquilo) empezó a llorar. Primero suavecito y luego poco a poco iba aumentando el volumen hasta transformarse en un llanto desesperado. ¿Qué hicimos nosotros? Nos quedamos sentados ahí, nada más viéndonos las caras, esperando instrucciones, sin dar el primer paso mientras que mi pobre cuñada trataba de partirse en dos. Ahora que soy mamá de dos, me doy cuenta del montón de cosas que estuvieron mal con esa escena. Ninguno ayudó, no porque tuviéramos malas intenciones, sino porque simplemente no teníamos idea de como manejar la situación y de qué se debe hacer o no cuando se visita a un recién nacido y a una mujer que acaba de dar a luz.

Hay decenas de posts online que instruyen lo básico: lávese las manos, no bese al recién nacido, no se quede mucho rato de visita, entre otras. Pero hasta el momento no he leído un post que resuma las cosas que a mí me facilitaron la vida durante las primeras semanas de vida de mis dos hijos, así que decidí hacerlo yo. He aquí mi manual de instrucciones para cualquiera que visite a un recién nacido y a su madre.

Recuerde que no sólo ha nacido un niño, ha nacido una mamá

Los bebés recién nacidos obsesionan a cualquiera. Uno podría quedarse viéndolos todo el día. Con mis dos hijos yo he pasado horas nada más viendo como suben y bajan sus pancitas cuando respiran mientras duermen. Es normal llegar a admirar al pequeño, pero no se olvide de preguntarle a la mamá cómo está. Esa mujer ojerosa y despeinada que está a la par del recién nacido es una guerrera: hace pocos días ha pasado por el mayor reto de su vida dando a luz al bebé y está recuperándose física y mentalmente de un parto o una cesárea. No está durmiendo casi nada y está en alerta constante por su bebé. Pregúntele cómo está, escuche su versión de la historia y hágale saber que lo está haciendo genial.

Trate de evitar las preguntas trilladas

Ningún bebé recién nacido duerme toda la noche (ni debería hacerlo), la mayoría come a cada rato, todos los bebés son buenos (así lloren mucho o no), así que esas preguntas sobran.

No espere nada de la visita, más bien pregunte cómo puede ayudar

Llegar a la casa de una persona que acaba de dar a luz y esperar una atención impecable, que incluya comida, bebidas y atención al 100% es desconsiderado e irreal. Pregunte en qué puede colaborar, lleve más bien usted la comida y las bebidas, ayude a lavar los platos que están en el fregadero, no espere que le reciban en la puerta (puede que haya crisis en ese momento) y más bien pregunte a los papás si hay algo en lo que usted podría ayudarles.

Si hay un hermano mayor, trate de darle buena parte de su atención

Esta yo no la entendí hasta que tuve a mi hijo menor. La verdad es que incluso siendo mamá, yo pequé de visitar a una familia con dos hijos y darle mucho más atención al bebé recién nacido. A los hermanos mayores les cambia el mundo cuando nace su hermanito, y necesitan de la atención tanto de sus papás como de los que visitan, aunque ya no “hagan tanta gracia” como un bebé. Juegue con el chico mayor y trate de no hablarle solamente acerca de su nuevo rol de hermano mayor, sino de darle una pausa en la que él sea el protagonista. Un niño haciendo un berrinche necesita mucho más amor y atención en ese momento que un bebé que duerme plácidamente, aunque nuestra mente adulta quiera ignorarlo. Por nada del mundo haga comentarios como “me voy a robar al bebé” o “ahora le quitaron a papi y a mami”, etc etc.

Siempre pregunte si puede o no alzar al bebé

Hay mamás que se sienten más cómodas si ellas son las que están alzando al bebé. Yo soy una de esas mamás. Siempre pregunte antes de alzar a un niño. Puede sonar exagerado para algunos, pero un niño no es un objeto para admirar, es una persona por respetar, y su seguridad en los primeros meses está en los brazos de sus papás. A todos nos fascina “chinear”, pero siempre pregunte antes. Y nunca, nunca pero nunca despierte a un bebé que duerme plácidamente solo por tenerlo en sus brazos o tomarse una foto con él.

Pregunte si ocupan algo del supermercado antes de ir

Esta es una que a mi me salvó la vida en los primeros meses de vida de mi segundo hijo. Con una niña de 2 años y un bebé en brazos, ir al supermercado me parecía una hazaña prácticamente imposible. Cada vez que mi suegra o mi mamá me venían a visitar me preguntaban que si ocupaba algo del supermercado y la respuesta casi siempre era sí, y siempre me ayudaba muchísimo lo que me traían. Así que haga la pregunta antes de ir, puede que le esté haciendo a los ocupados nuevos papás un gran favor.

La muerte del parque. Una historia de infancias perdidas

Parque

“Parka parka”, gritaba mi hija desde la puerta. Después de “papá”, “mamá” y “agua”, “parka” (su versión bebé de “parque”) fue una de sus primeras palabras. Es su lugar favorito, donde puede correr sin medida, ser ella misma, inventar, explorar, y lo ha sido así desde que tenía escasos meses. Es nuestro pedacito de verde, de tierra en este mundo de cemento, humo y pantallas brillantes. Todos sus vecinitos de la misma edad también iban, a veces mucho rato y hasta a ensuciarse, a veces poco y dentro de sus cochecitos (dependía de sus mamás), pero siempre iban. Se fue formando una “barra”, el grupillo de la misma edad que primero gateaba, luego caminaba, luego corría. Por ratos era como verlos vivir en otros tiempos, en tiempos que olían a libertad, en donde los niños eran protagonistas de su infancia, en lugar de andar dentro de un carro con sus papás, cumpliendo con su horario de actividades cuidadosamente planeadas. Me sentía dichosa de que mi hija pudiera crecer en un lugar así, que es privilegio ahora que las ciudades se planean dejando por fuera lo verde.

Y luego empezó a suceder, uno a uno los amiguitos del parque dejaban de llegar. Ya habían cumplido 1 o 2 años, y sus papás empezaban a sentir la presión. Jamás podían jugar todo el día, tenían que estar más estimulados. No por el sol, la tierra, la arena, las piedras, el agua, los sonidos de los pájaros, pero por pupitres de colores, letras y números. El miedo empezaba a apoderarse de las decisiones de sus cuidadores, miedo a que de alguna forma al estar “solo en casa” se estuvieran atrasando. Miedo a que se estuvieran aburriendo. Miedo a que su barrilla del parque no fuera lo suficientemente grande para lograr una apropiada socialización. No había estructura en el parque, al menos no una creada por adultos, los niños creaban sus propias reglas y ya era hora de adoctrinarlos en las del mundo.

Mañanas llenas de gritos y carreras se fueron quedando calladas. Areneros llenos de niños ya no se veían batidos y llenos de huecos hechos por sus manos y sus palas. Esas manos ahora estaban ocupadas, estaban recibiendo instrucciones de que hacer con un pedazo de papel o plastilina. Y poco a poco se fue vaciando hasta que solo quedamos dos. A veces nos visita una ardilla, o el grupo de patitos que vive en el lago, algún pajarito que se antoja de la fruta que estamos comiendo. El parque se sigue llenando en las tardes, pero ya no es la actividad alrededor de la cual gira el día, sino el descanso para los chicos que han pasado el resto del día siguiendo instrucciones y por una hora pueden volver a inventar las suyas. Ya sus mentes no se usan tanto para construir castillos de las hojas caídas de las palmeras… pero saben sumar, restar y recitar las formas y colores.

 

Cosechando con niños: Una huerta para los más pequeños de la familia

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Nuestra huerta urbana

Siempre estoy buscando formas de involucrar a mi hija de dos años en labores del hogar, de hecho hace un tiempo escribí un post acerca de cosas que los niños pueden hacer en casa. Además, siempre estoy buscando maneras de que nuestro hogar sea más autosuficiente, y una huerta (por más pequeña que sea) es la manera perfecta de empezar. Desde hace un par de años teníamos una serie de plantas comestibles organizadas en macetas sobre bloques de cemento (fotos aquí), pero a finales del año pasado decidimos hacer una huerta más en forma, con “eras” para cada cultivo, y como teníamos un espacio desocupado en el patio, decidimos sacarle el máximo provecho haciéndola ahí.

Desde el inicio la huerta fue un éxito con mi hija porque ha podido participar de todo el proceso, desde la siembra de las semillas, hasta el riego y la cosecha. Al día pasa por lo menos una hora del día en “labores de huerta” (¡mejor que cualquier juguete!) y poco a poco ha ido aprendiendo los nombres de las plantas, hasta el punto que le encanta cuando la mandamos a buscarnos albahaca, romero o alguna otra hierba para cocinar.

 

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Los inicios de la huerta

La huerta mide 240 cm por 90 cm. Para hacerla primero removimos todo el zacate que tenía esa área del patio y mezclamos la tierra que existía con tierra abonada con lombricompost. Luego colocamos bloques de 20 x 20 x 40 cm para hacer un rectángulo y rellenamos todo el área y los huecos de los bloques de tierra abonada. Dividimos el rectángulo en “eras” y sembramos una planta de chile dulce y varias lechugas en plántula, pero el resto fue sembrado con semillas directo a la huerta. Pusimos también al lado un camino de piedritas y baldosas de cemento para que fuera más fácil darle mantenimiento, y a unos cuantos pasos de la huerta sembramos una planta de papaya que va creciendo poco a poco; el próximo paso es sembrar un par de árboles frutales más.

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En el proceso de siembra también participan algunos amigos como “Suzy Sheep”

Después de unas semanas de regarla diligentemente empezaron a brotar las plantas: rúcula, romero, albahaca, lavanda, orégano, lechugas, zanahorias, chiles panameños, ají dulce, chiles jalapeños (le explicamos cuales eran picantes y a la fecha no los toca), apio, chiles dulces, tomates, culantro coyote y alfalfa.

La parte más emocionante para mi hija ha sido cuando ha podido cosechar algún vegetal, tan emocionante que en un par de ocasiones ha arrancado cosas antes de tiempo, como un chile dulce verde o la mini zanahoria de la foto de abajo, a la cual le hacían falta unas cuantas semanas para estar lista… pero esas han sido también oportunidades de aprendizaje que no tendría si no fuera por la huerta.

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Así se ve una zanahoria, semanas antes de estar lista.

Una excusa para jugar con tierra y agua todos los días, una oportunidad de enseñar de dónde viene la comida, una forma de darle autosuficiencia al hogar… una huerta es una escuela constante para los chicos. La ventaja es que para hacer una no se necesitan de hectáreas de terreno en una finca, solamente un pequeño espacio y un poco de imaginación.

Dejemos de hablar de los niños como si no estuvieran ahí

Imagínese que un día usted por alguna razón no amaneció en su mejor humor. Algo lo tiene frustrado o preocupado en el trabajo y además de eso no pudo dormir bien anoche, tuvo una pesadilla horrible que no le permitió conciliar bien el sueño después. La mañana siguiente usted tiene alguna actividad social con sus amigos y va acompañado de su pareja, en quien usted confía como su confidente. “Hoy amaneció de malas y anda insoportable, así que ni le hagan caso” le dice su pareja a todos los invitados apenas llegan al lugar del evento. No lo vuelve a ver mientras lo dice y a todos los demás les parece divertido el comentario. “¿Qué te pasa fulanit@, por qué tan seri@?”, empiezan a cuestionarte los invitados de forma jocosa… ¿Eso mejoraría su humor? ¿Cómo lo haría sentir? 

¿Qué pasa si le dijera que eso le pasa a los niños todos los días de su vida? Muchas veces sus papás, familiares y allegados simplemente hablan de ellos como si no estuvieran ahí, como si tuvieran algún tipo de impedimento para comprender lo que los adultos estamos comentando, como si debieran asumir que solo por ser niños, deben ver cómo normal el hecho de que se comente acerca de ellos sin ningún reparo por su presencia. No necesariamente lo hacen con mala intención o con ganas de ignorarlos, pero en nuestra sociedad está tan arraigada la costumbre, que solemos ignorar que los niños no son personas a medias, sino que nacen siendo personas y merecen el mismo respeto que cualquier otro.
Un niño agarrado de la pierna de sus papás en una situación que le asusta (por cualquier motivo, aunque nos parezca irracional) lo que menos necesita es escuchar que alguien desde lo alto le dice a otro adulto “no le haga caso, es que es un miedoso”. Un niño colmado por la atención de adultos desconocidos no necesita a su mamá diciéndole a los otros adultos con angustia y sin volverlo a ver “es que es huraño”. Estamos acostumbrados a un mundo tan adulto-céntrico que nos sentimos obligados a justificar los comportamientos de nuestros hijos que no calzan con el molde de lo que es un niño “perfecto” y yo creo que es hora de que esta nueva generación de padres haga un alto en el camino y cambie esto de inmediato.
Por supuesto que hay días en que vamos a pensar que nuestros hijos están inaguantables, que lo que hacen no tiene sentido, hay cosas que nos van a dar pena o angustia porque sabemos que nos van a generar críticas o cuestionamientos por otras personas, pero ese es un problema que nosotros como adultos tenemos que manejar y, aunque estamos en nuestro derecho de expresarselo a otros adultos a manera de catarsis, por favor procuremos hacerlos en un momento en que nuestro hijo no se encuentre presente. Si vamos a comentar de algún comportamiento de nuestros hijosque nos resulta incorrecto, entonces que tal si en vez de hacerlo con otros como si ellos no estuvieran ahí, bajaramos a su nivel y lo comentáramos con él.

Hace unos meses se hizo súper viral una noticia en la que el príncipe de Inglaterra se llevó una regañada de su abuela (la reina) por agacharse a hablar directamente con su hijo durante un evento oficial. Si el príncipe de una de las monarquías más tradicionales y ceremoniosas del mundo se atreve a cuestionar la tradición y darle a su hijo la atención que necesita para comprender una situación adulta, ¿cómo es que a nosotros nos da tanta angustia lo que pueda pensar la vecina?

Dejando las bromas de lado, me sentí particularmente motivada a escribir este post un día de estos que estaba en el parque con mi hija y llegó una muchacha con la niña a la cual ella cuida. “Hoy ha hecho berrinche por todo” me anunció a mi apenas que llegó “no se quiso comer el desayuno, lloró apenas que se fue el papá para el trabajo, no se quería poner los zapatos y no quería caminar hasta acá… Anda de malas”. Entendí las razones por las que lo comentó, ella como adulta se sentía frustrada y en confianza, sin embargo la niña estaba sentada a su lado, y cada vez que oía una frase más de su comportamiento yo la veía encogiéndose de hombros más y más. Era claro que algo estaba acongojado a esa chiquita y que no quería que el mundo entero fuera parte de la crítica. A riesgo de que la muchacha fuera a pensar que yo era loca, lo primero que hice fue volverme a la niña y decirle “tuviste un día medio difícil, ¿verdad?”. La niña de inmediato me volvió a ver y asintió con la cabeza, se quedó pensando un rato y luego se fue a jugar feliz de la vida. No lo cuento porque crea que haya hecho algo excepcional, o porque me considere algo especial en cuanto al trato con los niños. Son muchas las veces en que he perdido la paciencia con mi hija, cientos los errores que he cometido en el camino de la maternidad… Lo cuento porque ese fue el momento en que me hizo “click” lo que ya había leído muchas veces en artículos de crianza respetuosa: nuestro trabajo como padres a veces incluye ser la voz de nuestros hijos en un mundo de adultos, en lugar de tratar de silenciar su voz.

5 maneras de involucrar a los niños en las labores del hogar 

Hace un tiempo, navegando por una red social, vi un vídeo que compartió un amigo en el que se hablaba de lo poco preparada que ha estado nuestra generación para enfrentar la edad adulta y las responsabilidades cotidianas que trae consigo. Es tal la magnitud del tema que en Estados Unidos ha cobrado popularidad la palabra “adulting”, usada como un verbo para indicar que se está realizando una acción asociada con ser un adulto responsable (como cocinar su propia comida o lavar su propia ropa). Lo curioso es que esta palabra no está siendo usada por niños o adolescentes, sino por mujeres y hombres en sus veintes o treintas… O sea, en su mente ellos no son adultos, simplemente están actuando como tal, y les está costando muchísimo.

No creo que este resultado haya sido a propósito. Queriendo evitarnos “dificultades”, o incluso no pensando que se trataba de herramientas importantes para un niño, muchos de nuestros papás no nos enseñaron a hacer cosas cotidianas por nosotros mismos. Incluso en algunas casas existía una prohibición asociada a la cocina y a las labores de limpieza, en parte por nuestra seguridad (un niño corriendo a la par de una olla de agua hirviendo o metiendo mano en cloro y desinfectantes es una pésima idea) pero también había una idea de que el adulto haría el trabajo mejor y más rápido, que cualquier intervención de un niño era una interrupción, y que era mejor que ellos estuvieran aparte con sus juguetes.

Hace unos meses un día que andaba particularmente observadora decidí ponerle muchísima atención a los “disparadores” de la frustración en mi hija. Ella tenía un par de días de hacer “berrinches” en ciertas situaciones y quería entender que podía estarlos causando. Mi conclusión: yo la estaba subestimando y ella quería participar más activamente en el espacio en el que vive y hacer distintas cosas alrededor de la casa sin ayuda ni intervención de mi parte porque ya se sentía lista para manejarlas.

En los grupos de mamás en los que estoy lo he leído decenas de veces: “¿qué puedo hacer para entretener a mi hijo mientras que yo cocino / limpio / hago cosas de mi vida diaria?”, “tiene mil juguetes y a los dos minutos está distraído y frustrado”. Bueno, sin ser una experta en temas de niños puedo sugerir que la solución quizás sea dejarlo participar, pues lo más probable es que él no quiera estar aislado, sino activo en lo que usted (su ídolo) está haciendo. ¿Un chiquito de 1-2 años en la cocina? ¿Uno de 3 limpiando un vidrio? Pues sí. Y no se trata de explotación infantil, o de robarle de alguna manera su infancia y hacerlo un esclavo del mantenimiento del hogar, se trata de darle al niño y a las labores del hogar la importancia que se merecen. Como decía María Montessori:

Nunca ayude a un niño en la tarea en la que él siente que puede tener éxito.

Estas son 5 formas en las que, en mi corta experiencia de mamá, he descubierto que se puede involucrar a un niño pequeño en labores del hogar.

1. Regando plantas

Con una regadera pequeña y su guía, un niño puede regar algunas de las plantas del hogar. Lo ideal sería explicarle por qué se riegan las plantas y que la planta está creciendo fuerte gracias a ellos. Es todavía más bonito si la planta es comestible porque pueden ver todo el proceso y luego cultivar algo que se incorporará a la comida de la casa.

2. Alimentando a alguna mascota
Esta es la favorita de mi hija, le encanta todo el proceso: llevar un banco, poner el plato de la perrita en el banco, medir la comida y echarla. La mayoría de las veces (todas las veces) se logra robar un par de bolitas de alimento y tratar de comérselas, a veces con éxito… Son gajes del oficio pero ella se siente súper feliz donde ve a la mascota comiendo lo que ella le sirvió.

3. Lavando platos

Esta es una que a veces no le hace mucha gracia a los papás porque muchas veces hay que “repasar” el trabajo y porque se dura muchísimos minutos más de lo que uno duraría haciéndolo uno mismo, pero la cara de concentración y orgullo de los niños que he visto lavando platos hace que todo el extra trabajo valga la pena.

4. Llevando su propia ropa sucia

Este es de los más sencillos, cuando hay algún cambio de ropa, el niño lleva la ropa hasta la canasta de la ropa sucia y la deposita ahí. Suena a nada, pero cualquier persona que haya conocido a alguien que deje la ropa sucia tirada por toda la casa sabe que es una costumbre que vale la pena inculcar desde pequeños.

5. En la cocina

Hay muchísimas cosas que los niños pequeños pueden hacer en la cocina, desde lavar frutas y vegetales, cortarlas con cuchillo plástico o normal de mantequilla, quebrar huevos, participar de la preparación previa de los platillos, repostería, etc. Mi hija puede jugar 10 minutos con un juguete, pero pasar una hora completamente concentrada en las labores de cocina, es algo super interesante para ellos, en especial si hay que mezclar ingredientes.

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Estas son solamente 5 sencillas ideas de cómo involucrar a los niños en las labores del hogar. ¿Qué otras opciones utilizan en su casa para que los más pequeños participen activamente en su ambiente?

Ser feliz, ¿es lo más importante?

Feliz

Últimamente he escuchado muchos comentarios de mamás y papás que, por amor a sus hijos, afirman que lo más importante es que ellos sean felices. Aunque estoy completamente de acuerdo con la frase y creo que todos debemos aspirar a lo mismo, pienso que hay algo en la ejecución que nos está fallando y que estamos cometiendo un error en la manera de utilizar esas palabras. Antes de que usted, querido lector, piense que soy una gran amargada, quiero explicarme mejor.

Queremos que nuestros hijos sean felices, por supuesto. Pero no les estamos enseñando a serlo, y si hay algo que he entendido en mi corta existencia es que la felicidad es justamente eso: un estado aprendido, y no simplemente una emoción transitoria provocada por alguna situación igualmente transitoria. Perseguimos el placer, y cuando lo alcanzamos lo llamamos felicidad. Decimos que somos inmensamente más felices cuando conocemos un lugar nuevo, cuando podemos hacer solamente lo que nos gusta en un día y cuando la vida nos sonríe, pero ignoramos que podemos serlo incluso cuando no nos ocurre ninguna de estas cosas, incluso cuando tenemos un día lleno de situaciones que no nos gustan, porque ninguna de ellas debería de definir nuestro estado de ánimo.

Como a nosotros nadie nos ha enseñado esa destreza, tampoco tenemos idea de como enseñarla a nuestros hijos. Como nosotros la hemos pasado mal en situaciones que nos han resultado incómodas, entonces queremos evitárselo a toda costa a nuestros hijos. Queremos que siempre estén llenos de gozo y en ese afán les repetimos: “lo más importante es que sea feliz”. Pero esa frase así sola, siempre me ha parecido que es como darle las llaves de un carro a una persona sin enseñarle a manejarlo. Los niños crecen, y cuando se dan cuenta de que es imposible pasar en un estado de perpetua sonrisa, pueden llegar a sentir que la vida les debe algo, o que se confabula en su contra o que algo no está saliendo bien. Además, en este mundo hiper-comunicado tienen decenas de oportunidades al día para compararse con otras personas en redes sociales, en donde ya todos sabemos que sólo se comparten los mejores momentos.

Creo que hay ciertas cosas que podemos hacer como papás para que nuestros hijos puedan ser realmente felices en la vida, y ninguna de ellas incluye evitarles los momentos difíciles. He aquí mis ideas:

Inculcar una mentalidad de servicio a los demás

Una mentalidad de servicio a los demás empieza por enseñar y modelar el valor de la humildad. Se nos vienen varias cosas a la cabeza cuando pensamos en una persona humilde, pero yo lo menciono pensando en esta definición que leí una vez: “ser humildes no significa pensar menos de nosotros mismos, significa pensar menos en nosotros mismos”. Es muy fácil sentirse desafortunado si todas nuestras energías están enfocadas en hacer de nuestra vida un cuento de hadas. En lugar de eso sería excelente que le enseñásemos a nuestros hijos a preguntarse todos los días “¿cómo puedo ayudar a alguien a tener un mejor día hoy?”. Nunca es muy temprano para aprender, incluso en mi hija de 2 años busco constantemente situaciones en las que pueda modelar esto para ella y pueda impulsarla a que ella haga lo mismo por alguien. A veces es un familiar, a veces es un desconocido,  a veces es un animalito (los ama), pero todos los días buscamos la oportunidad.

No es necesario dedicarse a obras altruistas para vivir una vida de servicio, pero sí tener una mentalidad de constante búsqueda del bienestar de quienes nos rodean. No me refiero a enseñar a nuestros hijos a ser unos mártires o a ponerse de últimos toda la vida, pero sí a que no siempre y no en todo deben estar enfocados solamente en ellos mismos. Hay una satisfacción y una felicidad que solamente viene de ver el efecto que puede tener una acción desinteresada de nuestra parte para otra persona.

Enseñar a través del ejemplo que no son las situaciones lo que define nuestra vida

De nada nos sirve repetir como loras que la felicidad se puede encontrar en cualquier situación si nosotros nos sentimos constantemente infelices. Es un ejercicio que empieza por el profesor. Las personas más optimistas y contentas que conozco usualmente tuvieron un buen ejemplo en su infancia de como comportarse en distintas situaciones adversas. Que conste que en ningún momento hablo de pedirle a nuestros hijos que nieguen o escondan sus emociones, ni que nosotros hagamos eso. Por supuesto que hay cientos de situaciones en la vida que nos harán sentir tristes, enojados, frustrados y que no son lo que desearíamos estar viviendo. En ese momento necesitamos sentirnos de esa manera y expresarlo, sin embargo nos hacemos un gran daño si seguimos reviviendo esa situación, utilizándola como excusa para nuestros comportamientos futuros o dejando que nos defina. Nosotros escogemos en cada momento quienes queremos ser, como nos queremos comportar y la manera en la que escogemos ver nuestra vida. Conforme maduran emocionalmente nuestros hijos, ellos también pueden aprender esta manera de vivir.

Guiarlos para que construyan una vida que les agrade, sabiendo que ninguna vida es perfecta

Cada persona debe encontrar su vocación en la vida y lo ideal sería que sus padres lo apoyaran a hacerlo. Decidir quienes queremos ser es una decisión consciente que muchas personas la hacen de manera inconsciente o automática. Creo que los padres de esta generación están haciendo un fantástico trabajo en esto, últimamente no he escuchado la frase “debe ser abogado pues su papá fue abogado” o, “debe ir a X universidad”, y eso es algo maravilloso. Sin embargo creo que no estamos quedando cortos con sólo ese apoyo y omitimos una enseñanza importante: aunque escojamos algo que nos encanta, aunque hagamos lo que nos gusta todos los días, no todos los días van a estar llenos de placer y sonrisas.

Hace un tiempo conocí a un muchacho que amaba su trabajo, él siempre había deseado ser médico, sin embargo por más que él y su familia trabajaron duro no podían pagar la carrera de medicina y estudió enfermería, otra carrera maravillosa pero más accesible económicamente en ese momento. Una vez que llegó al mundo laboral se dio cuenta que su verdadera vocación era la enfermería y que su inteligencia y talento eran sumamente apreciados. Descubrió que aunque a veces nosotros hacemos planes, la vida puede tener otros aún mejores para nosotros.

¿Debemos de incentivar a qué nuestros hijos busquen la felicidad? Por supuesto. Pero es nuestra responsabilidad también enseñarles que felicidad no equivale a una vida perfecta, y aunque debamos buscar siempre momentos que nos resulten agradables o placenteros, debemos también mostrarles que no solo es en estos momentos en donde pueden encontrarla.

 

La cama de mamá y papá

Mi hermano mayor comparte mi misma pasión por las letras. A ambos siempre se nos ha hecho más fácil escribir lo que pensamos y sentimos, y hoy les vengo a compartir una de sus más lindas prosas, inspirada en su experiencia como papá de dos niños.

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A las 3 am de hoy mi hijo mayor tuvo una pequeña emergencia con su pancita. Concluida la misma, se nos acurrucó en la cama a mi esposa y a mí… ¿Sabe usted, lector de mis ocurrencias, lo que para un niño significa la cama de papá y mamá? Haré un esfuerzo por explicarlo, desde el niño que hay aún en mí… Ahí mi hermana, que ha escrito también sobre esto, sabrá corregir o ampliar mis desordenados recortes:

1. La cama de mamá y papá es el lugar más seguro del universo. No hay refugio militar ni búnker que le gane. Encontrarás ahí el brazo de papá, listo para acariciarte, pero también listo para defenderte. Encontrarás también el cabello de mamá, que te cubrirá con su mágica protección contra la oscuridad y sus temibles moradores, así como de aquellos elementos naturales que te roban la paz: “Her hair reminds me of a warm safe place where as a child I’d hide and pray for the thunder and the rain to quietly pass me by”

2. La cama de papá y mamá es la más moderna cama de cuidados intensivos. Al igual que esta madrugada, es la cama de papá y mamá la que buscamos para recuperarnos de nuestras dolencias. En la infancia no hay enfermedad trivial. El niño percibe igual una gastroenteritis que una leucemia, una apendicectomía que una cirugía de corazón abierto… Para el niño NO HAY ENFERMEDAD TRIVIAL, no gaste el tiempo diciéndole que “eso no es nada”. Mi infancia estuvo llena de vómitos y soluciones endovenosas, triviales diríamos los adultos, pero reales al fin. No hubo nunca cama de hospital mejor que la cama de mis tatas. No hay equipo médico ni fármaco más efectivo para recuperar la salud que el permitirle a tu hijo acurrucarse con vos cuando se siente mal.

3. La cama de papá y mamá es el templo de la sabiduría. Al cuarto de papá y mamá entras con todas tus dudas importantes. Es ahí donde buscas respuesta a las preguntas más trascendentales de la vida… El oráculo del que obtienes la información trascendente. Esto nunca se acaba, siempre seguimos buscando respuestas en nuestros padres. Hace 12 años las busqué en ellos durante mi divorcio. Papá y mamá siempre serán nuestros gigantes ancianos depositarios de la sabiduría eterna de la vida.

4. La cama de papá y mamá es una verdadera alfombra mágica. Mi hijo mayor adora ver tele en nuestra cama, igual que el chiquitillo. Él tiene su tele en su cuarto, pero no es lo mismo. En nuestra cama él disfruta de la fantasía con mayor potencia. Se siente Don Quijote con el yelmo de Mambrino, y su lanza destroza fácilmente cualquier molino de viento… La cama de papá y mamá te transporta a mundos con celajes bellos e interminables, brisas frescas y horizontes con dos lunas de fuego. No hay historia que no sea posible mientras estás sobre esta verdadera Arca de la Alianza, agarrado de dos serafines áureos y brillantes.

5. La cama de papá y mamá es la verdadera “raíz” de la vida misma. Significa, en palabras de Gardel: “Volver con la frente marchita , las nieves del tiempo platearon mi sien”. Al menos en forma simbólica, sino explícita, nuestros hijos fueron concebidos justamente ahí. Entonces, volver a la cama de papá y mamá es todo un acto de introspección que nos transporta al núcleo de lo que somos, celular y ontológicamente hablando. La cama de papá y mamá es ese bosque en el que los tatas plantamos una semillita y la vemos brotar… y cuidadosamente la regamos y cuidamos durante años… Y un buen día, “plateadas” ya nuestras sienes, nos recostamos debajo de la sombra de esos robles que son nuestros hijos, buscando el frescor de la brisa que sopla en nosotros la satisfacción del deber cumplido.

Querido hijo:

Cuando te duela la pancita, cuando te saques una mala nota, cuando te jales una torta, cuando se te pierda algo, cuando sientas tristeza o dolor, cuando la vida te ataque con incertidumbres y ambigüedades, cuando se te muera tu mascota, cuando tengas hambre o frío, cuando no te alcance la plata, cuando te traicione un amigo, cuando tu mujer te falle o te abandone, cuando no tengas con quien dejar tus hijos, cuando ocupes reír o llorar, cuando tengas preguntas importantes, cuando QUIERAS Y NECESITES… tengas la edad que tengas: Aquí van a estar papá y mamá, listos para ayudarte y gustosos de recibirte en nuestras cobijas, prestos a dar la vida por defenderte y ayudarte a ser feliz… Aquí siempre estará para ustedes: LA CAMA DE PAPÁ Y MAMÁ.

La bendición de tener un bebé de “alta” demanda

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Como casi todas las mamás de mi edad en esta era tecnológica, formo parte de varios grupos en redes sociales donde se intercambian consejos de maternidad. Las madres preguntan de todo: desde donde comprar el último producto de moda, hasta cómo bañar al bebé. Al menos una vez por semana en estos grupos lo leo: alguna mamá con un bebé pequeñito que está desesperada pues no sabe que hizo mal, ya que su bebé “mama a cada rato”, llora si no está en brazos, no se entretiene ni 5 minutos en ninguna de las sillitas que con tanta ilusión le compró, y para colmo de males sólo quiere dormir a su lado. Cuando leo algo así no puedo evitar sentir empatía, pues hace nada esa era yo, haciéndome las mismas preguntas, engañada por una montaña de expectativas sociales de como ” deben” ser los bebés.
Cuando uno se pone a buscar un poquito más acerca del tema sale a relucir una descripción (no muy agradable en mi opinión): bebé de “alta” demanda. Pienso que es una etiqueta fea porque no entiendo quien definió el estándar que nos hace pensar que un bebé “demanda” más o menos de la cuenta, pero en fin, es la que se usa y por eso la usaré a regañadientes, con el énfasis en las comillas de la palabra “alta”. La verdad es que biologicamente los bebés están programados para querer mamar de manera frecuente y buscar la seguridad del contacto físico de sus cuidadores tanto de día como de noche, hemos sido nosotros en los últimos cientos de años quienes hemos cambiado las reglas del juego y hemos decidido que lo que impera en la naturaleza no es lo aceptable socialmente. Algunos bebés, aceptan esos cambios sin problemas: pueden dormirse solos desde pequeños sin llorar, no tienen problema con ajustarse al horario que sus padres deseen que tenga, no se quejan de estar en una sillita mecedora y comen en intervalos más o menos predecibles. Otros bebés (muchos más de los que pensamos) necesitan brazos, pecho y calorcito con mucha más frecuencia.
Los consejos que las mamás reciben de algunas personas agregan a su preocupación: hay que dejarlos llorar para que se acostumbren, ponerles horario de teta para que se acostumbren, dejarlos dormir solos para que se acostumbren. Pero este post no se trata de ninguno de esos consejos, porque estos se basan en una premisa falsa: que los bebés de “alta” demanda deben de “arreglarse”, que hay que tomar ciertas medidas y pasos para que dejen de ser así, como si sus necesidades fuesen algún defecto de fábrica. No, este post no la va a invitar a nadar contra corriente, sino a aceptar y admirar al bebé que usted tiene, y no al que desearía tener. Porque yo descubrí que al cambiar el cristal con el que se ven las cosas y ajustar las expectativas uno puede ver a un bebé de “alta” demanda como lo que es: una verdadera bendición. A continuación les comparto porque pienso así.

Te desaceleran
Vivimos en una sociedad que valora el “corre-corre”. Nos sentimos muy importantes si en un día podemos chequear un montón de itemes de una lista de cosas por hacer, nos sentimos muy productivos si nuestro día es muy ocupado. Un bebé de “alta” demanda no ha sido afectado por estas ideas locas, él sabe lo que necesita y cuando lo necesita, y por ende nos invita a dejar nuestra propia agenda de lado y hacer una pausa. Una pausa para disfrutar de la deliciosa sensación de un bebé dormido en nuestro pecho, una pausa para sentir el peso de nuestro hijo en nuestros brazos. Puede que por un rato de nuestra vida no hagamos “un montón de cosas”, pero la recompensa nos acompañará toda la vida.

Te enseñan de paciencia y aceptación
Por más que su tía y su vecina estén convencidas, un bebé no sabe manipular. Esta no es una idea romántica mía, es una afirmación basada en lo que ha descubierto la neurociencia: los bebés simplemente no tienen la capacidad de tramar “maldades” para manipular a sus padres. Los bebés tienen necesidades y una sola manera de  comunicarlas: el llanto.
La transición a la maternidad nos afecta en un montón de formas y donde antes éramos sólo nosotras, ahora hay una persona más, 100% dependiente de nosotros y nuestros cuidados. Eso puede a veces hacernos sentir colmadas, y si esperábamos algo distinto de nuestro bebé, muy frustradas.
Pero hay una gran diferencia entre el bebé que uno se imaginaba y el bebé que tiene en sus brazos: el último es la persona que Dios le confió a uno como mamá para guiar y cuidar, el otro es una simple fantasía. Al entender eso nos llenamos de paciencia y aceptación para regalarle a esa personita y empezamos a disfrutar mucho más nuestro rol y todo lo que implica.

Te enseñan que nada es para siempre y que todo pasa
Un día, cuando uno menos se lo espera, ese bebé que antes no soportaba estar un segundo sólo, empieza a moverse más, a atreverse a buscar lo nuevo. Ese bebé que no se despegaba de la teta empieza a independizarse y no hay vuelta atrás. Aunque al inicio esos momentos agobien, luego se extrañan con todo el corazón. Mi hija que no quería dormirse en ningún lugar que no fuera mi pecho me suelta la mano cuando trato de dársela en el parque porque ella quiere caminar sola, jugar sola, explorar sola.
La impermanencia es una parte inescapable de la vida. Nada dura para siempre y un buen día esos pequeños maestros nos enseñarán que todo valió la pena.