El mejor consejo de maternidad que he recibido

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Hoy quiero compartirles un consejo (más como un ejercicio de auto-conocimiento) que me dieron hace más de 2 años, y que ha sido como oro para mí. No lo apliqué constantemente desde el inicio para ser honesta… Las veces que lo usaba funcionaba perfecto, pero luego me volvía a distraer y se me olvidaba aplicarlo. Fue hasta que me hice la propuesta de vivir un año de crianza sin gritos que realmente empecé a utilizarlo todo el tiempo, y ha sido genial.

El ejercicio consiste en pensar en nuestro estado de ánimo como si fuese un semáforo. La primera vez que lo hice me senté y dibujé uno y pinté cada luz del color correspondiente. En este semáforo el color verde representa nuestro “mejor” humor y todas las cosas que nos caracterizan en esos momentos: somos pacientes, gentiles, nos tomamos las cosas con humor, somos responsables por nuestras emociones, empáticos, etc. Eso no quiere decir que no nos enojamos o que no nos ponemos tristes, quiere decir que reconocemos nuestras emociones, las honramos y permitimos que sean sin que lastimen a los que están a nuestro alrededor.

El color amarillo nos representa cuando estamos empezando a “perder el control”. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos dicen que algo no anda bien. En mi caso es cuando las cosas pequeñas empiezan a desesperarme y lo que siento en mi cuerpo es como un nudo en el estómago o dolor de cabeza. Si no nos detenemos y nos hacemos conscientes de nuestras emociones para reconocerlas y honrarlas, podemos pasar de amarillo a rojo muy pronto.

El color rojo es cuando nos sentimos fuera de control. En mi caso grito, o no pienso lo que digo.

Una vez que hacemos ese ejercicio el siguiente paso es poner al lado de cada lista las cosas que podemos hacer en el día a día para mantenernos en verde, resolver el amarillo y no llegar al rojo. En mi caso hacer ejercicio, tomarme momentos en el día para hacer cosas que a mí me gustan, escribir y salir en pareja con mi esposo son cosas que me ayudan a mantenerme en “verde”. Cuando empiezo a sentirme como en amarillo, usualmente es porque no me he dado suficiente tiempo de autocuido, y lo primero que hago es pedir una pausa e ir a respirar sola, reconocer mis emociones y encontrar un momento para estar conmigo misma, o (si es imposible) para involucrar a mis hijos en algo que nos encante como poner una canción y bailar en la cocina.

Si por alguna razón ignoré todas las señales de mi cuerpo y llegué a “rojo” entonces es hora de hacer reset. Tomo agua como paso #1, y luego si mis emociones lastimaron a alguien pido perdón, y luego (un paso importante) me perdono y busco un espacio para volver al verde.

No soy perfecta y jamás espero serlo tampoco, creo que mis hijos necesitan ver que yo siento de todo y que hay veces en que no lo manejo bien, pero luego tomo acciones para corregir mis fallos. Este ejercicio ha sido una verdadera bendición en mi vida y me ha ayudado muchísimo a tener consciencia de lo que necesito para estar bien, porque cuando yo estoy bien puedo dar más y ser mejor mamá, esposa, etc. Espero que pueda ser de ayuda para ustedes también 🙂

Un año sin gritos | Semana 1

El 29 de diciembre me senté a hacer mis metas para el 2019. Yo sé que todo el concepto de trazar metas para un año nuevo tal vez no tiene sentido para muchos; después de todo el tiempo es contínuo y no hay mayor diferencia entre un día de un año y un día del siguiente. Pero a mí me fascina el concepto de los comienzos. Me encanta la sensación que traen todos los lunes, la esperanza que traen todos los amaneceres, así que multipliquen eso por x 365 y sabrán como me siento con respecto a los años nuevos.

De un tiempo para acá he dividido mis metas en categorías, porque yo siento que soy un montón de personas en una misma 😂. Tengo una categoría de salud física, una de salud mental, una de espiritualidad, una de maternidad, una como esposa y una financiera y de trabajo… Suena como un montón pero en realidad me trazo solo 1 o máximo 2 metas muy realistas en cada categoría. Mi meta de este año como mamá: no gritar en todo el año. Cuando lo publiqué en redes sociales muchas se unieron al reto y eso me emocionó aún más.

Ya ha pasado una semana desde que inició el año y vengo a contarles como me ha ido. En resumen: ¡no ha sido fácil! Honestamente esperaba nada más ejercer autocontrol y que todo fuera cuesta abajo, pero cuando la mente se ha acostumbrado a reaccionar de cierta manera de forma habitual, entrenarla a reaccionar de forma distinta puede ser todo un reto. Aunado a esto, estoy segura de que alguien les contó a mis hijos que me había trazado esa meta porque es como si se les hubiera cambiado a “encendido” el botón de quejas, pleitos y llantos 🤪 La verdad no los culpo, yo también quedé medio chiflada de todas las actividades de fin de año y necesito descompresionar.

He encontrado una relación súper directa entre el nivel de autocuido que yo me de (tiempo a solas, ratitos de paz, lectura, etc) y mi nivel de paciencia. Los días en que he estado más cerca de tirar el reto por el balcón han sido los días en que no he tenido ni un segundo para pensar. Y ellos definitivamente se alimentan de mi energía: si yo estoy tranquila, casi siempre (aunque no desde un inicio), ellos vuelven a un momento de paz.

En las próximas semanas seguiré escribiendo y relatando esta aventura con honestidad, y además compartiendo las cosas que me van sirviendo (y las que no) en este cambio de chip.

Y a ustedes, ¿cómo les ha ido en el reto?

Un año sin gritos

Todos hemos estado ahí, en un día en el que hemos repetido lo mismo a nuestros hijos una y otra vez, hemos hablado con nuestra voz paciente y baja tratando de razonar, de mantener la calma y luego… el chispazo. Ese momento en el que entramos en modo automático y lo único que logramos es gritar para darnos a entender. Y como usualmente atrae la atención de todos los que están a nuestro alrededor entonces pareciera (al menos por un segundo) que funciona. Es más, me atrevería a decir que como sociedad hemos interiorizado que para ser papás y darnos a respetar HAY que gritar, tal vez no todo el tiempo pero si cuando hablamos muy muy en serio.

Yo siempre me he considerado una persona de carácter “fuerte”, pero a pesar de todo, hasta hace un tiempo era una mamá bastante paciente. Mis hijos eran bebés, y la verdad es bien difícil no tenerle paciencia a alguien que no sabe hablar, que no puede moverse mucho ni comer sin tu ayuda, pero extenderle la misma paciencia y consideración a un niño ha sido para mí personalmente un reto mucho mayor. Nuestros hijos a veces son espejo de todas las cosas que no vemos de nosotros mismos y eso nos hace reaccionar de forma visceral, de irnos directo a la primera reacción que nuestra mente haga, sin detenerse, sin decidir que nosotros cómo queremos reaccionar.

Lo que pasa es que en esos momentos, en lugar de asegurar mi autoridad o lograr que mis hijos escuchen, lo que estoy haciendo es modelando un comportamiento que yo quiero que ellos superen, en lugar de copiar. Estoy dando a entender que cuando uno está enojado puede gritarle a las personas que uno ama, que uno es una víctima de sus emociones y que no tiene control sobre ellas sí las condiciones exteriores cambian.

Ayer estaba sentada haciendo mis metas para el 2019 y cuando llegue a lo que quería lograr como mamá lo primero que se me ocurrió fue “un año sin gritos”. De inmediato por supuesto sentí ansiedad y dudas (¿cómo voy a lograr pasar 365 días sin enojarme?????), pero luego me di cuenta que al proponerme eso no estaba diciendo que no podría enojarme por un año, por supuesto que me voy a enojar muchísimas veces, ¡ni que fuera un robot! Mi verdadera meta es poder sentir enojo, tristeza, frustración y poder manejar esas emociones de la manera que me gustaría que mis hijos aprendan a manejar las suyas.

Luego pensé en todas las veces que he hecho una meta para el nuevo año y que no he logrado cumplirla y las veces en que si las he logrado cumplir. La diferencia entre ambas ha sido el hecho de que la he compartido con quiénes me rodean y eso me da un sentido de responsabilidad sobre la meta que no lo tengo cuando la hago solo conmigo misma. También tenía desde hace mucho tiempo ganas de volver a escribir y resucitar este blog que tanto quiero, entonces pensé ¿qué mejor manera que compartir esta jornada con quien quiera leerla? Tal vez hasta alguien se sienta inspirado y quiera unirse al reto…

Así que aquí estoy hoy 30 de diciembre del 2018, lista para que el 2019 sea mi primer año libre de gritos. ¿Están listos para acompañarme en esta aventura?

El día en que casi renuncié a la lactancia

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Era la tercera semana de vida de mi primera hija, y yo estaba sentada en un sillón en su cuarto, con ella prendida a un pecho: ella feliz, yo no tanto. No había dormido casi nada en los últimos días, la espalda me dolía, mis pezones aún estaban empezando a acostumbrarse a la lactancia, y la verdad me sentía un poco atrapada. Atrapada debajo de ese cuerpito chiquitito que me necesitaba tanto. Era algo indelegable, ella ocupaba mi leche para sobrevivir y yo la necesitaba a ella cada vez que mis tetas se llenaban… algo que debía ser como una simbiosis, en ese momento no se sentía para nada ideal. Acababa de descubrir que ella era alérgica a la proteína de la leche de vaca, entonces además de aprender lo que había que aprender acerca de ser mamá, tenía que aprender a comer de una forma distinta para poder seguirle dando pecho. Sentía como que el mundo era súper pesado, y yo lo estaba cargando en mis hombros. En ese momento fue cuando lo pensé: la vida tal vez sería más sencilla si yo no diera de mamar… es más, me dije a mi misma que si cuando llegaba esa tarde al consultorio del pediatra él me sugería que le diera fórmula, yo iba a decirle adiós a todo el tema porque dar teta no era para mí.

Luego de ese día le di lactancia exclusiva a mi hija hasta que ella misma decidió que  no quería más. En este momento que escribo este post, estoy en el sétimo mes de lactancia exclusiva con mi segundo hijo… quien me conoce sabe que soy algo así como una activista de la teta, una verdadera apasionada del tema. Esa tarde de Noviembre hace casi 3 años, fue tan solo la primera vez que yo creía que no había nacido para dar de mamar. Luego de eso y en numerosas ocasiones me imaginé que existían varias razones para renunciar total o parcialmente a la idea de amamantar: cuando mi hija tuvo una etapa en la que solamente quería amamantar acostada, cuando me dio mastitis, cuando le salieron sus primeros dientes y le dio por morder (¡auch!), cuando ella decidió que sólo quería mamar de la teta izquierda, cuando a los 8 meses decidió que iba a pasar de dormir muchas horas seguidas a mamar cada 3 horas como un recién nacido en la noche (algo que es normal en el desarrollo). En cada una de esas ocasiones (y quizás en otras en el intermedio) el mismo pensamiento cruzó mi mente. A esos momentos yo les llamo mis “casi-casi”.

Los “casi-casi” son de esos temas tabú en la lactancia. Todo el mundo quiere hablar de las cosas divinas de dar teta (es realmente maravilloso, y de eso podría escribir no uno, sino decenas de posts), pero nadie quiere admitir sus “casi-casi”. He encontrado que cada vez que comparto alguna de estas experiencias, algunas personas piensan que soy algún tipo de mártir o masoquista, que continuó con algo que no disfrutaba al 100% en ese momento.  Creo que eso se debe más que todo a que vivimos en un mundo en el que queremos ver todo o blanco o negro, y no aceptamos que aún las cosas más lindas pueden estar pintadas de infinitas tonalidades de gris. Pero el silencio en este tema hace que muchas personas que tienen esos pensamientos sientan que quizás son las únicas, que de verdad la lactancia no debe ser para ellas, puesto que las personas que han dado teta de forma exitosa son algún tipo distinto de mujer mítica a quien todo se le dio muy fácil y que amó cada microsegundo de la experiencia. Quiero compartir mi experiencia y las cosas que hicieron que en cada uno de esos momentos yo decidiera seguir adelante, porque hay algo que si es cierto: nunca me he arrepentido de haber continuado dando de mamar.

Entiendo que este post no será para todas las mujeres. Cualquier persona puede decidir que no desea amamantar en cualquier momento o por cualquier razón que lo desee, es parte de nuestro derecho como mujer y de nuestra autonomía corporal. Hay personas que han dejado de hacerlo con mucho dolor y desilusión por razones médicas, hay personas que se han sentido liberadas y han dejado de hacerlo por razones tan sencillas como el simple hecho de no desear amamantar. Ambas situaciones son igual de válidas. Hay cuatro pilares que han sostenido mi relación de lactancia con mis hijos, y los comparto a continuación para aquellas que desean amamantar a sus hijos y que creen que los momentos de duda les superan.

Tener una tribu de apoyo

Para mí tener un grupo de personas que crean en la lactancia y que estén dispuestas a escuchar sin juzgar ha sido la parte más importante de todo. En mi caso, la principal ayuda ha venido de una de las líderes de La Liga de La Leche en mi área, a quien yo le llamo mi “ángel de lactancia”. A veces me ha ayudado dándome soluciones, y a veces simplemente me ha escuchado mientras que me desahogo y me da ánimos para continuar. Hay mujeres que vienen de una familia en las que todas han dado teta, desde su abuela, hasta su mamá, tías, etc. Ellas también pueden ser un enorme apoyo. Las parejas pueden ser un apoyo maravilloso también si están bien informadas. Hay grupos en redes sociales, chats a través del teléfono, etc. El punto es encontrar al menos una persona (ojalá varias) que estén dispuestas a escuchar y apoyar.

Encontrar profesionales de la salud pro lactancia

Una vez leí en un foro que todos los pediatras son pro lactancia. Claro, ¿cómo no habrían de serlo? si los beneficios de la leche materna son científicamente comprobados. Sin embargo, por más que un profesional de la salud afirme que la leche materna es el mejor alimento para un bebé lactante, hay algunos cuyos consejos que pueden poner hasta a la más determinada de las mamás a nadar contra corriente: dar teta con un horario fijo, introducir biberones antes de que la lactancia esté bien establecida, sugerir fórmula desde el nacimiento sin ninguna razón médica para hacerlo, negar la importancia de las consultoras de lactancia, entre otras. Todos los pediatras coinciden en una maravillosa forma: si nuestro hijo se enferma, podemos confiar en sus años de estudio y experiencia para buscar la solución, así que todos merecen respeto y admiración, pero yo en aquella tarde de Noviembre que describí al inicio de post me di cuenta de la importancia de coincidir también en otras ideas como la lactancia. Si yo hubiera entrado ese día al consultorio y mi pediatra hubiera solamente mencionado la fórmula, mi relación de lactancia no habría sido la misma, me habría perdido de un montón de momentos que atesoro en mi corazón y mi hija no hubiera recibido 14 meses del mejor alimento.

Entender que hasta las experiencias más hermosas tienen altos y bajos

Cada experiencia hermosa y valiosa de la vida tiene altos y bajos. El matrimonio es maravilloso pero nadie espera que sea fácil todos los días, viajar por el mundo es lo máximo pero hasta el mejor paseo tiene sus contratiempos, estudiar una profesión da muchísima satisfacción al final del camino, pero el camino en sí a veces es pedregoso. No por eso nos dejamos de casar, o dejamos de pasear, o renunciamos a estudiar. Sin embargo, cuando se trata de la lactancia a veces pensamos que si cada momento de la experiencia no nos hace sonreír, entonces no vale la pena. En mi opinión, vale cada segundo. Los contratiempos hacen que los momentos dulces sepan aún más dulces, y los momentos no tan hermosos nos preparan para un realidad de la maternidad: aunque amemos a nuestros hijos con todo nuestro corazón, habrán días fáciles en donde sentimos que lo tenemos todo bajo control y días más complicados, de los cuales podemos aprender y crecer muchísimo como personas.

Además es importante a veces ponerse profunda y preguntarse por qué nos sentimos como nos sentimos. La lactancia es retadora por supuesto, pero muchas veces el reto no lo presenta la lactancia en sí sino las exigencias sociales con las que sentimos que tenemos que cumplir: estar siempre arregladas, vernos siempre bien, ser súper mamá, súper esposa, la súper mujer imposible que nos han vendido. A veces basta con apagar el ruido externo y darnos cuenta de lo que es realmente importante para nosotros, en lugar de comprarnos una idea prefabricada que nos han vendido de como debería de ser una mamá exitosa.

Seguir un excelente consejo de lactancia (y de vida)

El mejor consejo de lactancia que recibí realmente no me fue dado como un consejo de lactancia, sino como uno de vida, pero aplica perfectamente para estas situaciones:

Nunca renuncies después de un mal día

Esa simple cita de Nastia Luikin, una gimnasta olímpica, la tengo grabada en mi mente y me ha ayudado en muchísimos aspectos de mi vida. En un “mal día” no siempre tenemos la mente en el lugar correcto para tomar decisiones apropiadas. Siempre al final de un día retador, en el que a veces consideraba renunciar me decía a mi misma antes de ir a la cama “hoy ha sido un mal día, hay que esperar a que las aguas se calmen antes de tomar una decisión”, y siempre al día siguiente o un par de días después, cuando todo se calmaba yo podía ver las cosas bajo otra óptica.

 

Espero que este post pueda ayudar al menos a alguna mamá que esté pasando por lo mismo, para que ella sepa que no está sola, y que otras hemos sentido lo mismo.

Lectura recomendada antes de visitar a un recién nacido

Recien nacido

Lo recuerdo como si fuera ayer: mi sobrino menor acababa de nacer hacía una semana y fuimos por primera vez a verlo a su casa. Mi cuñada, recuperándose aún de una cesárea nos recibió a todos con una sonrisa, y estaba intentando ayudar a comer a mi sobrino mayor. En eso el bebé (quién hasta el momento había estado en su cuna tranquilo) empezó a llorar. Primero suavecito y luego poco a poco iba aumentando el volumen hasta transformarse en un llanto desesperado. ¿Qué hicimos nosotros? Nos quedamos sentados ahí, nada más viéndonos las caras, esperando instrucciones, sin dar el primer paso mientras que mi pobre cuñada trataba de partirse en dos. Ahora que soy mamá de dos, me doy cuenta del montón de cosas que estuvieron mal con esa escena. Ninguno ayudó, no porque tuviéramos malas intenciones, sino porque simplemente no teníamos idea de como manejar la situación y de qué se debe hacer o no cuando se visita a un recién nacido y a una mujer que acaba de dar a luz.

Hay decenas de posts online que instruyen lo básico: lávese las manos, no bese al recién nacido, no se quede mucho rato de visita, entre otras. Pero hasta el momento no he leído un post que resuma las cosas que a mí me facilitaron la vida durante las primeras semanas de vida de mis dos hijos, así que decidí hacerlo yo. He aquí mi manual de instrucciones para cualquiera que visite a un recién nacido y a su madre.

Recuerde que no sólo ha nacido un niño, ha nacido una mamá

Los bebés recién nacidos obsesionan a cualquiera. Uno podría quedarse viéndolos todo el día. Con mis dos hijos yo he pasado horas nada más viendo como suben y bajan sus pancitas cuando respiran mientras duermen. Es normal llegar a admirar al pequeño, pero no se olvide de preguntarle a la mamá cómo está. Esa mujer ojerosa y despeinada que está a la par del recién nacido es una guerrera: hace pocos días ha pasado por el mayor reto de su vida dando a luz al bebé y está recuperándose física y mentalmente de un parto o una cesárea. No está durmiendo casi nada y está en alerta constante por su bebé. Pregúntele cómo está, escuche su versión de la historia y hágale saber que lo está haciendo genial.

Trate de evitar las preguntas trilladas

Ningún bebé recién nacido duerme toda la noche (ni debería hacerlo), la mayoría come a cada rato, todos los bebés son buenos (así lloren mucho o no), así que esas preguntas sobran.

No espere nada de la visita, más bien pregunte cómo puede ayudar

Llegar a la casa de una persona que acaba de dar a luz y esperar una atención impecable, que incluya comida, bebidas y atención al 100% es desconsiderado e irreal. Pregunte en qué puede colaborar, lleve más bien usted la comida y las bebidas, ayude a lavar los platos que están en el fregadero, no espere que le reciban en la puerta (puede que haya crisis en ese momento) y más bien pregunte a los papás si hay algo en lo que usted podría ayudarles.

Si hay un hermano mayor, trate de darle buena parte de su atención

Esta yo no la entendí hasta que tuve a mi hijo menor. La verdad es que incluso siendo mamá, yo pequé de visitar a una familia con dos hijos y darle mucho más atención al bebé recién nacido. A los hermanos mayores les cambia el mundo cuando nace su hermanito, y necesitan de la atención tanto de sus papás como de los que visitan, aunque ya no “hagan tanta gracia” como un bebé. Juegue con el chico mayor y trate de no hablarle solamente acerca de su nuevo rol de hermano mayor, sino de darle una pausa en la que él sea el protagonista. Un niño haciendo un berrinche necesita mucho más amor y atención en ese momento que un bebé que duerme plácidamente, aunque nuestra mente adulta quiera ignorarlo. Por nada del mundo haga comentarios como “me voy a robar al bebé” o “ahora le quitaron a papi y a mami”, etc etc.

Siempre pregunte si puede o no alzar al bebé

Hay mamás que se sienten más cómodas si ellas son las que están alzando al bebé. Yo soy una de esas mamás. Siempre pregunte antes de alzar a un niño. Puede sonar exagerado para algunos, pero un niño no es un objeto para admirar, es una persona por respetar, y su seguridad en los primeros meses está en los brazos de sus papás. A todos nos fascina “chinear”, pero siempre pregunte antes. Y nunca, nunca pero nunca despierte a un bebé que duerme plácidamente solo por tenerlo en sus brazos o tomarse una foto con él.

Pregunte si ocupan algo del supermercado antes de ir

Esta es una que a mi me salvó la vida en los primeros meses de vida de mi segundo hijo. Con una niña de 2 años y un bebé en brazos, ir al supermercado me parecía una hazaña prácticamente imposible. Cada vez que mi suegra o mi mamá me venían a visitar me preguntaban que si ocupaba algo del supermercado y la respuesta casi siempre era sí, y siempre me ayudaba muchísimo lo que me traían. Así que haga la pregunta antes de ir, puede que le esté haciendo a los ocupados nuevos papás un gran favor.

¿Tendré suficiente leche?

Ali TreeofLife

Lo he visto pasar muchas veces entre amigas, familiares, conocidas y no tan conocidas. Una mamá que sueña con ilusión desde su embarazo con amamantar a su bebé, ojalá de forma exclusiva… y luego nace el bebé. Entre los primeros días llenos de hormonas, dudas, consejos mixtos y gente visitando surge la misma duda (y si la mamá no se la ha preguntado, sin duda alguien más se la sugerirá): ¿tendrá suficiente leche para amamantar a su bebé?

De todos los mamíferos, los humanos somos los únicos que nos planteamos esa duda. La mayoría de las otras especies deja que su cría llegue a su pecho y se olvida del asunto, pero nosotros en parte por costumbre y en parte por cultura siempre nos cuestionamos. Por supuesto que existen personas que por razones variadas (quirúrgicas, fisiológicas o de otra índole) que no pueden amamantar a su bebé o no pueden cubrir todas sus necesidades calóricas con sólo leche materna. También hay personas que por decisión propia (basada en una serie de factores) toman la decisión de no amamantar. Este post no tiene como intención minimizar o invalidar a las personas que no han podido o querido amamantar, tampoco juzgarlas, presionarlas o “convencerlas” de cambiar de opinión. Este post está dirigido a la mamá que quiere amamantar con todas las ganas y que por alguna razón se está haciendo esa pregunta.

Cuando una mamá se plantea la pregunta de si tendrá suficiente leche usualmente se basa en ciertos parámetros, primero vamos a hablar de dos de los más comunes, que son falsos y que causan muchas veces que se abandone la lactancia.

El primero es que el bebé no “aguanta” 3 horas entre toma y toma. Muchísimas veces en foros de mamás he leído consultas de personas preocupadas porque su hijo no aguanta 2, 3, 4 horas (o cualquiera que sea el número arbitrario que se ha establecido como ideal). Esta no es una razón para pensar que no se tiene suficiente leche. Los bebés, tanto recién nacidos como más grandecitos no tienen porque aguantar ninguna cantidad establecida de tiempo entre tomas. Ellos nacen con la capacidad de autoregularse y cuando necesitan más leche la toman más frecuentemente, no hay porque asustarse si un día (o incluso muchos días) quieren amamantar mucho más seguido, por eso se dice que la lactancia es a demanda.

El segundo parámetro que hace que las mamás tengan dudas con respecto a su producción de leche es que la cantidad extraída con un sacaleches es baja. Esta tampoco es una razón para pensar que no se tiene suficiente leche. Un sacaleches no es un bebé, no succiona tan eficientemente como un bebé, ni provoca en la mamá la misma reacción fisiológica que provoca un bebé. Hay personas cuyo cuerpo responde de manera súper “buena” a un sacaleches (lease, pueden extraer una cantidad significativa) y otras que no. Por ejemplo con mi primera hija yo no logré sacarme más que 1 oz de cada pecho con un extractor, sin embargo ella recibió lactancia exclusiva por más de un año, aumentando de peso de forma apropiada, o sea obviamente recibiendo mucho más que 1 oz en cada toma. Con mi segundo hijo (y un sacaleches más poderoso) logro extraerme un poquito más, pero para hacerlo debo estar súper relajada y hasta ver una foto de él para lograrlo, mientras que cuando me lo pongo al pecho la leche simplemente baja. No se debe tomar la cantidad de leche que se extraiga como una medida de lo que está comiendo el bebé en cada toma.

Ahora, existen casos en los que el bebé no está aumentando de peso apropiadamente y no se está desarrollando adecuadamente y eso sí ocasiona que se levanten todas las advertencias de poca producción de leche. En esos casos, de la mano del pediatra y una excelente consultora de lactancia se pueden considerar varios pasos a tomar. Voy a mencionar algunos en el post porque usualmente no les son mencionados a las mamás en las consultas de “niño sano” y valen la pena evaluarse con los profesionales adecuados. Estos pasos podrían ayudar a una mamá a lograr sus objetivos de lactancia.

Revise el agarre de su bebé al pecho

La lactancia es un asunto de oferta y demanda. Entre más vacíe el pecho el bebé, más leche se produce, pero para vaciar el pecho de una forma eficiente un bebé tiene que tener un buen agarre y estar bien colocado. A veces la mamá tiene poca producción de leche, pero no porque su cuerpo no sea capaz de producir la cantidad apropiada, sino porque al tener mal agarre, el bebé no está “demandando” de la forma adecuada para que el cuerpo produzca la cantidad necesaria. Este link de La Liga de la Leche tiene información valiosa al respecto.

Chequee que su bebé no tenga frenillo lingual y/o frenillo labial

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Mi hijo menor a horas de haber nacido: “rockeando” y enseñando su frenillo lingual.

Yo no sabía nada de los famosos “frenillos” antes de tener a mis hijos. Los frenillos son pliegues verticales de membrana mucosa, ya sean de la cara interna del labio superior a la encía (labial) o de la lengua al suelo de la boca (lingual), que impiden la movilidad normal, impidiendo así un buen agarre del pecho o una adecuada succión. En este link se aclara la influencia y consecuencias en la lactancia materna.  Un frenillo debe ser evaluado por un profesional, quien determina de acuerdo a su criterio los pasos a tomar.

Cuando tuve a mi hija no noté que tenía frenillo labial sino hasta el final de nuestra relación de lactancia. Muchos de los problemas por los que pasamos, como mis constantes mastitis y conductos bloqueados muy probablemente se debían a ese frenillo, que no permitía el mejor agarre. En nuestro caso tuvimos la suerte de que no interfirió con su desarrollo, ya que de alguna manera ella lograba sacar la lechita que ocupaba, pero también es casi seguro que hubiéramos tenido aún más éxito sin ese factor en juego. En el caso de ella el problema se resolvió solo, pues en Navidad del año pasado tropezó y cayó de boca y el frenillo se despegó con el golpe (suena feo, se vio feo, pero para verle el lado positivo a una mala situación, no tuvo que hacerse un procedimiento para removerlo).

Con mi hijo menor tuvimos la suerte de tener una muy observadora pediatra en la sala de partos, quien de inmediato detectó su frenillo lingual y desde antes de salir del hospital una odontopediatra pudo removerlo, mejorando de inmediato su agarre e impidiendo cualquier futuro problema de lactancia.

Aproveche las tomas de la madrugada

A nadie le gusta mucho despertarse de madrugada, de hecho una de las más frecuentes preguntas a los nuevos papás es ¿ya duerme toda la noche?. Sin embargo, nadie nos explica antes de ser mamás de la importancia de las famosas tomas de madrugada y de por que muchos bebés las necesitan. Resulta que en las madrugadas hay un pico en la producción de prolactina en las mamás, la cual es una hormona que contribuye a la producción de leche. Hay bebés que pueden dormir toda la noche sin que eso afecte la producción de leche de sus mamás para el día, pero una gran cantidad de bebés necesitan amamantar al menos un par de veces en la noche o madrugada para lograr mantener una adecuada lactancia.

La lactancia a demanda también implica ofrecer el pecho

Decir “lactancia a demanda” trae muchísimas ideas y nociones preconcebidas a la mente. Le pregunté a varias amigas que significaba para ellas y estas fueron algunas de las respuestas:

“Dar el pecho cuando el bebé lo quiera”

“No ver el reloj cuando se da de mamar”

“Amamantar cuando el bebé lo pida”

Todas las respuestas tienen algo de verdad, pero hay un aspecto que no se habla suficiente acerca de la lactancia a demanda (en especial en los primeros meses) y es que el pecho también se debe ofrecer. Muchas veces se piensa erroneamente que respetar al bebé significa no ofrecerle el pecho si no está demostrando expresamente que tiene hambre, pero hay que recordar que “no ofrecer, no negar” es una técnica de destete.

La mejor técnica durante los primeros meses es ofrecer el pecho al bebé con mucha frecuencia, además de darlo en los momentos en los que es obvio que el bebé tiene hambre. Los recién nacidos son muy dormilones, y si no se les ofrece el pecho con frecuencia, pueden pasar muchas horas entre toma y toma y esto puede afectar la producción de leche materna por un asunto de “oferta y demanda”. Además, el pecho no se da sólo para cumplir un requisito calórico, muchas veces a los bebés también les gusta tomar teta por confort, por frío (para calentarse con mamá), por calor (para saciar la sed y mantenerse hidratado), para quedarse dormidos, entre otros.

No piense en la lactancia como un todo o nada

Puede ser que luego de consultar a un profesional en lactancia y chequear todas las posibilidades sea igual necesario suplemental de alguna forma a su bebé ya sea por un tiempo limitado o por un tiempo indefinido. En ese caso, lo mejor que puede hacer es no pensar en la lactancia como un todo o nada. En otras palabras, toda gota de leche materna cuenta.

Si está leyendo esto en Costa Rica y tiene dudas con respecto a su producción de leche materna, aquí voy a dejar 3 links de excelentes profesionales en el tema de la lactancia:

Liga de la Leche

Lactanza

Impronta

Sintonizando “radio teta” 

Hay temas de la maternidad que son tan tabú que casi nadie los toca. Se me ocurre por ejemplo, el miedo que da ir al baño la primera vez después de dar a luz, o la primera llorada del post parto, en donde uno está demasiado feliz pero por alguna posesión hormonal extraña de repente nada más estalla en llanto… Otro tema del que casi nadie conversa es como a veces (muchas veces) a los bebés les encanta tocar los senos de su mamá (aunque hay bebés que no discriminan y también les gusta hacer lo mismo con los senos de sus otras cuidadoras).

“¡Nunca había visto a un bebé hacer eso!”- me dijo sorprendida una conocida la primera vez que vio a mi hija con la mano entre mi blusa mientras que amamantaba. Por supuesto la “nerd” que hay en mi sintió la necesidad de explicarle cómo es un proceso absolutamente normal y que los bebés lo hacen usualmente para estimular la bajada de la leche, pero que va, lo único que me ganó mi explicación fue otra mirada rara y un “mis hijos jamás lo hicieron”… Ok, yo lo intenté. Están tan sexualizados los senos que apenas y nos hemos ido haciendo a la idea como sociedad de que está “bien” usarlos para amamantar, pero el toque de los senos sigue siendo una cosa reservada exclusivamente para la intimidad de pareja, o para el auto examen de mamas… Un bebé tocándole el seno a su mamá puede ser visto como fuera de lugar, e incluso como una conducta a corregir.

No siempre fui tan “liberal” (a falta de una mejor palabra) con mis pechos; de hecho quizás si hubiera visto a un niño “sintonizando radio teta” (un término que me parece de lo más apropiado y jocoso) antes de ser mamá también lo habría visto como algo raro. Pero todo empezó en la labor de parto de mi primera hija. La enfermera que estaba asistiendo el parto en un momento sugirió estimular los pezones para ayudar al proceso y así empezó una tocadera que duró un par de horas hasta que di a luz. Ahí perdí todo prejuicio y cuando inicié la lactancia sabía que en algún momento en el futuro quizás mi hija utilizaría sus manos como parte del proceso de lactancia y cuando ocurrió lo asumí como normal.

Luego de su destete (esa historia la relato aquí) yo noté que aunque mi hija no estaba interesada en amamantar, si seguía “sintonizando”, en especial cuando tenía sueño. Pude haber “cortado” de inmediato la conducta, pero la verdad nunca me molestó ni lo vi con malicia y más bien sentía que si bien ella ya no quería leche, continuaba de alguna manera apegada al pecho y decidí dejar que eso fuera mermando de forma natural.

Con el tiempo la frecuencia ha disminuido y ahora sí estoy activamente tratando de redirigir su atención cuando ella quiere hacerlo porque en esta etapa de mi segundo embarazo a veces me provoca contracciones. Aún así ha sido un proceso súper respetuoso y lento, considerando sus necesidades y las mías.

Escribí este post porque a veces escriben mamás angustiadas porque su bebé usa sus manos cuando amamanta y quiero poner mi granito de arena en desmitificar la “sintonizada”. Por supuesto que si la mamá se siente incómoda o le molesta el toque, puede buscar maneras de cambiar la conducta (con un collar de lactancia, dándole besitos en la mano al bebé, etc) pero si la mamá está simplemente estresada porque asume (o le han dicho) que es una “maña” incorrecta, entonces le digo: no está sola, es normal y es parte del proceso natural de lactancia.

Cómo viajar (sin bebé) en media lactancia de forma exitosa

Los viajes que no incluyen a bebé (ya sean por ocio o trabajo) generan en las mamás lactantes muchísimas preguntas: ¿Es posible continuar con la lactancia? ¿Cómo se mantiene una producción apropiada de leche sin el bebé mamando todo el día? ¿Cómo se transporta toda la leche extraída durante el viaje?… Para responder a esas preguntas hoy una mamá súper campeona me ayudó escribiendo un post al respecto. Indiana es una exitosa comunicadora, quien por motivos de trabajo ha tenido que viajar 5 veces durante los primeros 8 meses de su bebé y lo ha logrado sin problemas. Espero que su experiencia pueda inspirar a otras mamás y darles las respuestas que necesitan con respecto a este tema. ¡Trabajar, viajar y amamantar sí se puede lograr!

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La primera vez que me dijeron que tenía que salir del país en período de lactancia por motivos de trabajo, sentí que el mundo se me venía abajo. Mi hijo –quien no había cumplido aún sus 4 meses- y yo estaríamos separados por 11 largos días; mi destino era ni más ni menos que Taiwán y Japón.  Así que ahí estaríamos cada uno en un extremo diferente del mundo; él extrañando su teta y yo extrañando esos instantes. En total he tenido que salir 5 veces de viaje y la verdad es que la extracción a distancia no siempre resulta sencillo, pero si uno se lo propone definitivamente se puede mantener la producción sin problema! Quise compartir mi experiencia para todas aquellas mamás que al igual que yo no sabían como hacer para manejar su lactancia y viaje de forma paralela.

Aquí les comparto un listado de tips que sin duda creo que les puede ayudar:

  1. Intentar seguir a reloj los horarios de comida: Claro que resulta difícil porque muchas veces cuando se viaja por trabajo hay reuniones, almuerzos o distintas actividades que limitan un poco mantener los mismos horarios. Yo intentaba en la medida de lo posible pensar que mi hijo estaba conmigo para así mantener los horarios de lactancia. Mi primera extracción la hacía siempre en la mañana y luego mantenía la constancia en el día y hasta la noche. Claramente no me despertaba de madrugada, pero a la mañana siguiente amanecía llena de leche lista para realizar una extracción.
  2. Cargar un sacaleches manual y uno eléctrico: Antes de viajar una amiga me dio su sacaleches manual y hasta la fecha hemos sido inseparables. Siempre me gustó más el sacaleches eléctrico pero lo cierto es que los enchufes a veces son limitados. En este caso y si se quiere mantener la constancia, también debemos tener la flexibilidad de sacarnos leche donde sea y cuando sea. Yo me he sacado leche en aeropuertos, baños, salas de lactancia, aviones, etc. Se pueden imaginar que en un viaje de cómo 20 horas uno debe sacarse leche no una sino varias veces! En este caso, recomiendo complementar lo rápido del sacaleches eléctrico con la flexibilidad que te da el sacaleches manual.
  3. Esterilizar y limpiar: En mi viaje a Asia terminé botando –con el dolor de mi alma- toda la leche. Ahí no tenía la posibilidad de almacenarla y dado el tiempo de viaje fuera y el largo viaje de regreso no tenía posibilidad de traerla de vuelta. Luego de cada extracción, botaba mi leche.  En los últimos viajes sin embargo el escenario fue otro, ya que mi destino era Guatemala y claramente eso me servía para que el tiempo de viaje no fuera tan extenso y por lo tanto podía traerme la leche de vuelta.  En este caso, fui muy estricta con el tema de esterilización. Conseguí bolsas para esterilizar y solicité en el hotel un microondas para esterilizar los chupones luego de cada sacada. El hotel se comportó excelente y me ayudaron con mi solicitud, así que mantuve la constancia tanto de la extracción como la exigencia en la esterilización.
  4. Equipo para mantener el frío: Ya sabiendo que me podía traer la leche de vuelta para mi gordito, tenía que prepararme para guardar mi leche de la mejor forma.  En el hotel guardaba las bolsitas en el mini-bar o refri que tuviera el hotel y así se iban a mantener frías por varios días.  Ya luego para el regreso a Costa Rica compré unos ice-packs y una hielera de estereofón (que es buenísima para conservar el frío), y dado que mi estadía en Guatemala era corta y no tuve que congelar mis leches, decidí traérmela dentro de la hielera de estereofón llena de ice-packs. Cerré la hielera con bastante tape grueso y al llegar al aeropuerto la forré de plástico y la registré como equipaje. Eso sí, al entregarla indiqué que lo que llevaba era leche materna, le escribí por todo lado que era algo frágil y coloqué flechas hacia arriba para que no me la movieran tanto.  Por sorpresa llegó INTACTA! Claro eso fue la segunda vez que lo intenté, ya que mi primer intento no fue tan exitoso; pero bueno como dicen por ahí “la práctica hace al maestro” ☺
  5. Dar al bebé en chupón leche materna (al menos la última antes que vos llegués): En mi caso tuve siempre mucha leche y tuve la oportunidad de dejar un stock bastante grande de leche. Antes de salir de viaje me extraje aún más cantidad para asegurar que iba a tener suficiente mientras me ausentaba. Sin embargo los escenarios pueden ser distintos. Si vas a dar fórmula para complementar, te recomiendo que dejés algunas de tus leches para dar hacia el final de tu viaje y siempre mantengas la entrega de leches de forma mixta; es decir no dar un día completo solo fórmula sino mezclarlo para que bebé sienta ambos sabores sin que se llegue a acostumbrar solo a la fórmula.  En unos de mis viajes no me iba a alcanzar el stock así que le solicité a quienes cuidaron de mi hijo que el último chupón que le tocaba antes que yo llegara fuera de leche materna, así podía ayudarlo a que se recordara de mi lechita.
  6. Llegar a dar teta:  Cuando viajé la primera vez tenía dos grandes miedos: 1) que no pudiera sacarme la leche y se me llegara a hacer una mastitis y 2) que mi hijo se olvidara de mi teta.  El primero obviamente lo podía controlar yo con las constancias de las extracciones pero el segundo me asustaba un poquito porque no dependía realmente de mí.  De eso no hay que preocuparse! Vas a ver que en cuanto te vea bebé va a querer nuevamente tomar pecho como si nada hubiera pasado. Yo lo que procuré hacer es al regreso venir llena de leche y lista para dar de mamar! Mi hijo –hasta la fecha en los viajes que he hecho más recientes- se me pega como si nada hubiera pasado y creo que tanto él como yo, disfrutamos de ese reencuentro como nada más en este mundo!

Sé que es muy difícil y uno piensa que el mundo se acaba cuando aparecen esos viajes sin bebé en media lactancia, pero créanme es posible. No aflojen y verán que el esfuerzo vale enteramente la pena!  Finalmente, ya que están de viaje sin bebé aprovechen también el tiempo para ustedes que es muy válido, disfruten y duerman rico! Al final de cuentas, regresarás a abrazar a bebé más pronto de lo que te imaginás. ☺

¡Mi bebé no quiere mamar!: huelgas de lactancia y tips para manejarlas

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De todos los retos que pasé amamantando a mi hija, el que más me quitó el sueño fue una huelga de lactancia. La mayoría empiezan de la misma manera: todo va muy bien, mamá y bebé ya se sienten expertos en el tema y de repente un día, sin previo aviso, el bebé rechaza el pecho. La primera vez uno supone: “bueno, tal vez me equivoqué en interpretar sus señales y realmente no quería mamar”. Pero la segunda, la tercera, la cuarta… Con cada ocasión y cada rechazo crece la angustia, surgen miles de interrogantes de cómo proceder. El bebé tiene hambre, pero no se pega al pecho, la mamá siente nervios y en un solo día puede llegar a dudar de todo lo que creía saber acerca de la lactancia.

La primera vez que ocurrió mi hija tenía unos 3 meses. Una madrugada yo me desperté a medias como toda una mamá zombie y me la puse en el pecho, ella reaccionó como si nunca en su vida hubiera visto una teta: hacía la cabeza para atrás, se movía en contra del pecho, cerraba la boca en lugar de abrirla… rechazo total. En ese momento entre dormida y despierta pensé que tal vez tenía un cólico o que algo le pasaba que no era hambre, porque si así fuera de seguro habría mamado. Pero continuó así en cada toma, y siguió de la misma forma por casi 4 días. Fueron los 4 días más dificiles que he vivido, pero hubo ciertas cosas que nos ayudaron a superar este bache que hoy quiero compartir. No soy una experta en lactancia pero sí soy una mamá que pasó por esto y quisiera poder ayudar aunque sea a una mamá está pasando por lo mismo y se sienta tan perdida como yo me sentía.

Hay varias cosas que pueden ocasionar que el bebé entre en una huelga de lactancia, desde un susto (mamá gritó muy duro la primera vez que bebé la mordió), un dolor (una infección de oído o garganta), o alguna desafortunada coincidencia que ocasionara el cese temporal de la lactancia por parte del bebé.

Uno de los datos más importantes que aprendí cuando pasé por esto fue que muchas veces las mamás confundimos una huelga de lactancia con un destete iniciado por el bebé, pero son dos cosas distintas. Una huelga de lactancia es usualmente repentina, un destete es gradual, además de que no es para nada común que un bebé de meses decida destetarse: según los antropólogos la mayoría de los niños suelen destetarse voluntariamente y sin ninguna ayuda entre los 2 y los 7 años (aunque suene extrañísimo en nuestra sociedad). Así que si su bebé pequeñito de 3 meses rechaza su pecho, lo más probable no es que esté listo para destetarse sino que esté pasando por una huelga de lactancia. Hay personas que deciden aprovechar ese momento y quitarle el pecho al bebé, esta es una decisión personal y absolutamente respetable, este post es para las mamás que como yo, no sentíamos que estábamos listas para dar por terminada la lactancia.

A continuación les comparto las cosas que me sirvieron para ayudar a recuperar la relación de lactancia con mi hija en ese momento:

Contacto piel con piel

La primera recomendación que recibí y apliqué todo el tiempo que pude fue la de el contacto piel con piel. La lactancia es muchas veces una cosa de instinto y hay que volver a lo más básico si uno desea recuperarla. Por varios días y cada vez que podía yo me quitaba la ropa de la cintura para arriba, dejaba a mi bebé en pañal y la acostaba encima mío pecho con pecho. La idea nunca fue presionarla a que amamantara, sino nada más tener ese rato juntas. El contacto piel con piel ha sido relacionado muchas veces con lactancias exitosas. Para esos momentos no utilizaba ningún perfume ni jabón con olor, pues la idea es que ella pudiera sentir, oler y tocar a mamá. Fueron momentos preciosos que siempre voy a recordar y la verdad ayudaron muchísimo.

Porteo, porteo y más porteo

El rato que no podíamos estar piel con piel, entonces la “porteaba” utilizando un fular de tela elástica. Al igual que el contacto piel con piel, la cercanía constante que da el porteo puede ayudar a que los bebés vuelvan a encontrar el “chip” de lactancia que aparentemente han perdido.

Aprovechar momentos clave

Uno de los tips más importantes es no forzar al bebé a amamantar. No queremos incrementar el rechazo al pecho sino más bien relacionarlo con momentos lindos y tranquilos, de confort. En esos días descubrí que la aversión de mi hija paraba cuando tenía mucho sueño o estaba dormida. En esos momentos mamaba bien entonces yo aprovechaba cada siesta y cada rato nocturno para amamantara.

Mantener la producción de leche mientras el bebé no amamanta

Si el bebé no está amamantando entonces el pecho no está siendo estimulado. La lactancia es algo de oferta y demanda, por lo que se necesita estímulo para mantener la producción de leche. Medio día no hace ningún estrago, pero mi caso fue de 4 días, por lo que era vital estar usando el sacaleches con la misma frecuencia que mi bebé usualmente amamantaba. La idea nunca es dejar pasar hambre al bebé. Un bebé muy hambriento se puede sentir aún más frustrado en el pecho y luego de un tiempo puede estar letárgico por la falta de comida. Ninguno de los dos casos es positivo para resolver la huelga de lactancia. La lechita que se extrae se le puede dar al bebé, preferiblemente con cuchara, vasito, jeringa o algun otro método que no vaya a contribuir a enredar más la cosa como un chupón podría hacerlo. Yo siempre produje más que suficiente leche para mi bebé, sin embargo mi cuerpo no reaccionaba de la misma forma con el sacaleches, por lo que también tuve que recurrir a lechita congelada que me había extraído antes. Esto me llevó a un círculo de dudas del cual me costó mucho salir: ¿y si no tenía suficiente leche? ¿y si ella quedaba con hambre y por eso me rechazaba? ¿y si se me había secado la leche? Ahí aprendí otra cosa muy importante: el sacaleches no es un buen indicador de la producción de leche de una mamá. Habemos mamás que nunca pudimos sacarnos más de 1 oz. por pecho, y sin embargo pudimos dar teta exclusiva por meses o años, sin que los bebés perdieran peso, pasaran hambres etc. Así que una cosa no necesariamente es un indicador de la otra.

No caer en el hoyo negro de las dudas

Las huelgas de lactancia no sólo son dificiles para los bebés, son duras para las mamás. Creo que pueden hacer que hasta la mamá más segura y “lactivista” se sienta muy dudosa de lo que está haciendo, sin embargo con la información apropiada, la guía de un asesor en lactancia y una buena dosis de paciencia se pueden superar la mayoría de las veces.

Luego de ese b

La cama de mamá y papá

Mi hermano mayor comparte mi misma pasión por las letras. A ambos siempre se nos ha hecho más fácil escribir lo que pensamos y sentimos, y hoy les vengo a compartir una de sus más lindas prosas, inspirada en su experiencia como papá de dos niños.

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A las 3 am de hoy mi hijo mayor tuvo una pequeña emergencia con su pancita. Concluida la misma, se nos acurrucó en la cama a mi esposa y a mí… ¿Sabe usted, lector de mis ocurrencias, lo que para un niño significa la cama de papá y mamá? Haré un esfuerzo por explicarlo, desde el niño que hay aún en mí… Ahí mi hermana, que ha escrito también sobre esto, sabrá corregir o ampliar mis desordenados recortes:

1. La cama de mamá y papá es el lugar más seguro del universo. No hay refugio militar ni búnker que le gane. Encontrarás ahí el brazo de papá, listo para acariciarte, pero también listo para defenderte. Encontrarás también el cabello de mamá, que te cubrirá con su mágica protección contra la oscuridad y sus temibles moradores, así como de aquellos elementos naturales que te roban la paz: “Her hair reminds me of a warm safe place where as a child I’d hide and pray for the thunder and the rain to quietly pass me by”

2. La cama de papá y mamá es la más moderna cama de cuidados intensivos. Al igual que esta madrugada, es la cama de papá y mamá la que buscamos para recuperarnos de nuestras dolencias. En la infancia no hay enfermedad trivial. El niño percibe igual una gastroenteritis que una leucemia, una apendicectomía que una cirugía de corazón abierto… Para el niño NO HAY ENFERMEDAD TRIVIAL, no gaste el tiempo diciéndole que “eso no es nada”. Mi infancia estuvo llena de vómitos y soluciones endovenosas, triviales diríamos los adultos, pero reales al fin. No hubo nunca cama de hospital mejor que la cama de mis tatas. No hay equipo médico ni fármaco más efectivo para recuperar la salud que el permitirle a tu hijo acurrucarse con vos cuando se siente mal.

3. La cama de papá y mamá es el templo de la sabiduría. Al cuarto de papá y mamá entras con todas tus dudas importantes. Es ahí donde buscas respuesta a las preguntas más trascendentales de la vida… El oráculo del que obtienes la información trascendente. Esto nunca se acaba, siempre seguimos buscando respuestas en nuestros padres. Hace 12 años las busqué en ellos durante mi divorcio. Papá y mamá siempre serán nuestros gigantes ancianos depositarios de la sabiduría eterna de la vida.

4. La cama de papá y mamá es una verdadera alfombra mágica. Mi hijo mayor adora ver tele en nuestra cama, igual que el chiquitillo. Él tiene su tele en su cuarto, pero no es lo mismo. En nuestra cama él disfruta de la fantasía con mayor potencia. Se siente Don Quijote con el yelmo de Mambrino, y su lanza destroza fácilmente cualquier molino de viento… La cama de papá y mamá te transporta a mundos con celajes bellos e interminables, brisas frescas y horizontes con dos lunas de fuego. No hay historia que no sea posible mientras estás sobre esta verdadera Arca de la Alianza, agarrado de dos serafines áureos y brillantes.

5. La cama de papá y mamá es la verdadera “raíz” de la vida misma. Significa, en palabras de Gardel: “Volver con la frente marchita , las nieves del tiempo platearon mi sien”. Al menos en forma simbólica, sino explícita, nuestros hijos fueron concebidos justamente ahí. Entonces, volver a la cama de papá y mamá es todo un acto de introspección que nos transporta al núcleo de lo que somos, celular y ontológicamente hablando. La cama de papá y mamá es ese bosque en el que los tatas plantamos una semillita y la vemos brotar… y cuidadosamente la regamos y cuidamos durante años… Y un buen día, “plateadas” ya nuestras sienes, nos recostamos debajo de la sombra de esos robles que son nuestros hijos, buscando el frescor de la brisa que sopla en nosotros la satisfacción del deber cumplido.

Querido hijo:

Cuando te duela la pancita, cuando te saques una mala nota, cuando te jales una torta, cuando se te pierda algo, cuando sientas tristeza o dolor, cuando la vida te ataque con incertidumbres y ambigüedades, cuando se te muera tu mascota, cuando tengas hambre o frío, cuando no te alcance la plata, cuando te traicione un amigo, cuando tu mujer te falle o te abandone, cuando no tengas con quien dejar tus hijos, cuando ocupes reír o llorar, cuando tengas preguntas importantes, cuando QUIERAS Y NECESITES… tengas la edad que tengas: Aquí van a estar papá y mamá, listos para ayudarte y gustosos de recibirte en nuestras cobijas, prestos a dar la vida por defenderte y ayudarte a ser feliz… Aquí siempre estará para ustedes: LA CAMA DE PAPÁ Y MAMÁ.