Mi historia de sordera súbita

Usualmente en este espacio escribo acerca de maternidad. Si me siento un poco aventurera escribo acerca de comida, viajes, etc. Pero hoy voy a “secuestrar” este que se ha transformado en un “mommy blog” para contar acerca de algo que me cambió la vida hace casi un año. Lo escribo a manera de catarsis y porque quiero que esta información exista no solo en los websites médicos, sino relatada como una experiencia personal para que cualquiera que pase por lo mismo no se sienta solo. A pesar de que todos los médicos que me han visto han dicho que es muy común, yo nunca he conocido personalmente un caso de alguien que haya pasado por esto, así que estoy segura de que habrán personas felices de verse representadas.

En octubre del año pasado nos fuimos casi una semana para una playa en Guanacaste a disfrutar un rato en familia con mi prima y madrina de mi hija. Los días eran largos y lindos, entre playa, piscina, comidas, lluvias de invierno y los chicos inventando juegos en nuestra villa con sábanas y cajas de cartón cuando por el agua no podíamos salir.

Desde antes de irnos al paseo yo tenía varios días de tener on y off un dolor de cabeza muy intenso. En las raras ocasiones en las que me duele la cabeza me basta un poquito de hielo o una acetaminofen para que se me quite, pero esta vez era distinto: nada me lo quitaba, excepto cuando me tomaba alguna pastilla para la migraña y el alivio me duraba 1 o 2 horas máximo. Había tenido días súper ajetreados así que asumí que se debía a estrés y que el viaje a la playa me iba a aliviar. Y aunque disfruté muchísimo, el dolor de cabeza seguía constante y cada vez más intenso. Uno de los días mientras nadaba en la piscina sentí como un “pop” en el oído derecho y cuando salí de la piscina sentía como si tuviera agua en el oído, esa clásica sensación de “tapado”, pero no le puse mayor atención.

Regresamos a la casa un domingo en la tarde y el dolor ya era inmanejable, entonces decidí irme a una clínica privada a emergencias en donde conté todo incluyendo mi sensación de oído tapado y me luego de un TAC y otros exámenes me dijeron que no parecía tener ninguna razón. Me dieron medicinas para el dolor y me dieron el contacto de un otorrinolaringologo para resolver el “misterio de mi oído”. Luego de eso fui a ver a dos neurólogos que me mandaron más exámenes (una resonancia magnética) y también llegaron a la conclusión de que tenía migrañas complicadas, y que quizás había por ahí algo a nivel de presión arterial que no habían diagnosticado, pero luego de más exámenes se descubrió que mi presión arterial no tenía ningún problema.

A todo esto, yo seguía sin escuchar casi nada del lado “tapado”, sintiéndome súper frustrada porque era una sensación rarísima, a veces me mareaba y me sentía súper “atarantada” de como estaba escuchando los sonidos. Una noche estaba durmiendo a la par de mi hijo menor y me desperté en pánico, estaba oyendo una respiración muy fuerte y de inmediato asumí que alguien más estaba ahí porque para mí el sonido venía de atrás mío. Al no lograr ver a nadie me levanté asustadísima a buscar. Me tomó un largo rato descubrir que el sonido que me tenía asustada era simplemente la respiración de mi hijo, pero mi cerebro no “entendía” que viniera de él.

Como para ese momento había gastado un platal y al final no había sido “nada” entonces no corrí a verme con el otorrinolaringologo. No quería que alguien más me dijera que no tenía “nada”… pero el episodio de la respiración misteriosa me dio la fuerza para ir. Así fue como terminé en el consultorio de un súper especialista, paciente y responsable que de inmediato tomó en serio lo que el estaba diciendo. Ese mismo día me mandó una audiometría de emergencia y ese mismo día supe que fue lo que me estaba pasando: sordera súbita unilateral.

Todavía hay poca comprensión con respecto a lo que provoca la sordera súbita, muchos coinciden en que puede ser un virus. En mi caso por haber tenido un fuerte dolor de cabeza en el momento en el que ocurrió pudo haber algo vascular involucrado, pero nunca se vio evidencia de eso en ninguno de los exámenes.

Lo cierto es que la sordera súbita se considera una emergencia médica. Si se trata a tiempo (ojalá el mismo día o al día siguiente en que ocurra) hay una probabilidad alta de recuperar algo de la audición del lado (o lados) afectados. El tratamiento incluye una dosis súper agresiva de esteroides y (en muchas ocasiones) tratamiento en una cámara hiperbárica. Empecé inmediatamente.

Durante el siguiente mes pasé entre pastillas, horas en la cámara hiperbárica y mareos (en ocasiones la sordera súbita se acompaña de vértigo), con esperanza de que se recuperara un poco mi audición, pero luego de un rato me di cuenta que quizás en mi caso yo había esperado mucho como para tomarlo en serio y ya había perdido bastante audición.

Ahora, yo soy alguien que vive desde la gratitud, entonces estoy inmensamente agradecida de tener el 100% de la audición del lado izquierdo, y de tener excelentes “restos auditivos” del lado derecho (oigo como un 20-25% de ese lado). Nunca más volví a sentir vértigo y salvo por tener que volver mi cara cuando la gente me habla para poner mi oído izquierdo no tengo mayores complicaciones. Estoy agradecida de que aún puedo escuchar a mis hijos, oír música y cantar todo lo que amo. Hay cosas que aún me cuestan, como entender lo que me dicen cuando estoy en un lugar repleto de gente, o escuchar algo que me dice mi hija cuando tengo un tubo abierto, pero eso es poco comparado a lo que podría ser.

Hace unos meses me probé mi primer audífono y a pesar de oír muchísimo mejor todavía me cuesta un poco la idea de tener que andar con un aparato todo el tiempo, y me da mucho miedo perderlo (quien me conoce bien sabe de que hablo, yo no pierdo mi cabeza porque la tengo pegada al cuello 😂). La audiologa me dice que es importante usarlo para no seguir perdiendo comprensión de ese lado, entonces lo más probable es que en algún momento será parte de mi vida.

Escribí este post porque si esto es tan común, entonces es muy probable que usted que está leyendo en algún momento conozca a alguien que le esté sucediendo o que le vaya a suceder esto, y quiero que esa persona lo vea y se sienta acompañada, y que se vea a tiempo porque quizás pueda recuperar algo de la audición perdida.

Por mientras yo seguiré agradeciendo por lo que tengo y lo que he aprendido en este último año con esta jornada ❤️

¡Bienvenido al mundo!

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Hace una semana cumplió un año mi hijo menor Gabriel, y tal como lo hice con su hermana en su momento quise sacar un rato para escribir la historia de su nacimiento, para poderla tener por escrito y que en el futuro él pueda conocer la manera en la que llegó al mundo y a nuestras vidas. Este es un post súper personal, de una experiencia súper personal y está teñido de subjetividad, porque para mí los partos de mis hijos han sido muchísimo más que simples procesos fisiológicos: han sido experiencias profundamente espirituales que me han marcado de por vida. En ambos he tenido visiones y epifanías que pueden decir más de cómo yo percibo el mundo que de otra cosa, sin embargo para mí estas experiencias sobrenaturales han sido ciertas y quiero que mis hijos las conozcan, así que si el post suena demasiado hippie o “chancletudo” es simplemente porque quien lo escribe es así.

“Gabo” nació un 15 de noviembre, a las 1:32 a.m. en el Hospital de Heredia, bajo la luz de la superluna, la luna llena más grande y brillante de los últimos 68 años. Tenía ya un par de semanas de tener contracciones y estar en “falsa labor”, una experiencia de lo más desesperante en la cual uno tiene contracciones dolorosas que parecen seguir un patrón como el de la labor de parto, pero que no causan cambios cervicales y acaban por parar en algún momento del día sin llegar a más. Así que cuando fuimos esa noche a que mi hermano (quien es casualmente mi obstetra) me revisara, íbamos con bajas expectativas de que ese fuera el día en el que iba a nacer, sin embargo 6 horas después lo estábamos conociendo.

Desde la mitad del embarazo de Gabriel habíamos decidido que él nacería en el Hospital de Heredia, lo cual cambiaba un poco las cosas comparado con el nacimiento de Ali pues no tendría una habitación sola para pasar la labor de parto donde yo pudiera hacer mis “chancletudeces” de poner aceites esenciales, música, etc. Sin embargo debo admitir que me sentí mucho mejor pasando la labor en compañía de otras mujeres, había un ambiente de sororidad, todas estábamos en la misma sintonía y me sentí mucho más acompañada. Mi esposo estuvo ahí conmigo todo el tiempo, e igual pude escuchar la música que quise porque llevé audífonos de los que bloquean el sonido y con eso y mis playlists sentía como que estaba en otro mundo.

Al igual que con Ali, hice un playlist de música relajante que pensaba escuchar durante toda la labor de parto, pero por alguna razón acabé escuchando la mayor parte del tiempo una sola canción: I Surrender de Hillsong United. No tengo palabras para describir lo que representó esa canción para mí en ese momento; yo siempre describo mis labores de parto como “trances”, porque estoy como en una realidad alterna en la que mi único enfoque es recibir a mis hijos, conectarme con ellos y con Dios que me los confía en ese momento para ser su guardiana y guía en este mundo. Cada palabra de esta canción iba tomando más y más significado conforme las horas se extendían y las contracciones aumentaban en dolor y frecuencia, me estaba rindiendo de cierta forma ante Dios, su voluntad, ante el proceso, ante la vida. Tanto se da cuando uno es mamá, tantas son las cosas de las que uno no tiene control, y todo empieza en ese momento, en el momento en el que su hijo está en ese limbo entre ser parte de nuestro cuerpo o pasar a ser una personita aparte, fuera de nuestro cuerpo en este mundo. Esta canción me guío, me motivó y me ayudó en cada segundo de la labor de Gabriel y hasta la fecha cuando la escucho se me ponen los pelos de punta.

Tenía conmigo también un “amuleto” que me habían hecho mis amigas más cercanas con la ayuda de otra amiga muy especial hecho especialmente para ese momento, para que me recordara que aunque no estuvieran conmigo y aunque no estuvieran sintiendo lo que yo sentía, detrás mío habían muchas mujeres lindas, poderosas y valientes que me acompañaban y me daban fuerza. Luego llegó EL momento, esa sensación que solo viviéndola se puede describir, esa urgencia, mezclada con emoción, ese momento donde uno sabe que ya va a ocurrir, que en unos minutos estará ese bebé tan esperado, tan amado en nuestros brazos.

Con Gabriel fue aún más rápido que con Alicia, mi esposo tomó un video de todo el proceso y fueron 5 minutos desde que entramos a la sala de parto hasta que mi hermano lo recibió en sus manos, otro bebé recibido por su tío, saliendo de un lugar lleno de amor, llegando a un lugar lleno de amor. Siempre estaré eternamente agradecida con mi hermano por darme esa oportunidad, y por recibir a sus sobrinos con tanto cariño. Esta foto refleja todo lo que se sintió en ese momento: Gabo aún pegado a mí, mi mano sobre mi hermano en agradecimiento y una querida amiga de la familia revisándolo y asegurándose que todo estuviera bien.

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Ya ha pasado un año y pico desde ese momento y puedo recordarlo aún como si fuera ayer: 2860 gramos, 51 centímetros de perfección y guapura. Lo primero que dije cuando me lo pusieron en el pecho fue “que machito que es”, porque con costos se le veían las cejas. Aún no puedo creerlo cuando lo veo tratando de dar sus primeros pasitos, que hace tan poquito estaba adentro mío y la jornada tan bonita que pasó para llegar a aumentar nuestra familia.

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Te amamos Gabriel

❤ 

Un día en la vida de una mamá de una niña de 2 años

Desde hace rato quiero escribir esto en el blog. Más que todo para mí, porque quisiera dentro de unos años poder recordar como eran mis días en compañía de mi hija pequeñita, cuando éramos sólo nosotros tres, en especial ahora que un nuevo miembro está a punto de sumarse a nuestra familia (en noviembre nace nuestro segundo hijo). Pero también he querido escribirlo porque este es de los tipos de posts que más me gusta leer en otros blogs, porque me dan buenas ideas de cómo organizar mi día, y me ayudan a ver las distintas formas en las que se puede vivir la maternidad. Este es un vistazo a un día (entre semana) normal en nuestra vida.

Todos los días entre semana son algo distintos, varias veces por semana salimos de la casa a visitar familia, a ir al supermercado o hacer alguna otra vuelta, o a pasear. Los fines de semana son completamente diferentes. Hay días súper ocupados y días súper relajados, días súper “productivos” y otros no tanto. Yo me olvidé hace mucho rato de “rankear” mi día en base a que tan “productiva” fui (algo que parece tener obsesionado a medio mundo), ya que me di cuenta que con un niño pequeño todos los días son impresionantemente productivos. Cada actividad cotidiana es una oportunidad para modelar comportamiento, inculcar valores, enseñar herramientas básicas para la vida, que acompañarán a esa personita por muchísimos años. Siempre me ha parecido muy triste la importancia tan baja que le damos a esas vitales lecciones en nuestra sociedad.

No incluyo labores domésticas porque no es lo que quiero recordar de nuestra vida, pero (a pesar de contar con ayuda todos los días) el día si incluye cosas como tender las camas, ordenar juguetes un millón de veces, lavar platos, etc.

Espero que disfruten de este vistazo a nuestro día.

5:52 a.m. Me despierta una vocecita. “Mamá”, me dice suavecito. Empiezo a despertarme pero mis ojos aún no se quieren abrir, entonces siento donde un dedito empieza a tocarme la cara “mamá boca, mamá nadiz, mamá ojjjjjo”. Ya mi hija empezó con su ritual de recitarme las partes de mi cara cuando yo no me despierto inmediatamente. Abro los ojos y no puedo evitar morirme de risa de los ojos abiertísimos que están viéndome de vuelta. “Poicito porfa”. Amanece pidiendo leche.

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6:00 a.m. Mientras que se toma su chupón leemos un rato (usualmente de su Biblia para niños), o nada más conversamos. Sí, tiene (casi) 2 años, pero es una hablantina. A veces se le entiende súper bien, a veces necesita subtítulos, pero pasa el día entero conversando conmigo. No hay un momento aburrido.

6:30 a.m. Bajamos a hacer el desayuno. Por lo general este era un momento en el que yo la dejaba ver tele mientras que yo preparaba algo de comida, pero desde hace varios meses mi hija quiere estar involucrada en TODO lo que tenga que ver con la cocina. Llora si no la dejamos participar y realmente le fascina todo lo que tiene que ver con alistar las comidas, así que ahora ella hace el desayuno conmigo (en realidad ella se encarga de todo lo que no necesite calor). Hoy alistó el plato de frutas con banano y fresas que ella misma partió, quebró todos los huevos que luego freí, y untó de mantequilla todos los panes que yo luego tosté. “Papáaaaaaaaa!” lo llama cuando ya está lista la comida. Usualmente mi esposo baja con nosotras desde antes y nos ayuda a preparar el desayuno, pero hoy cambió un poco la rutina.

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7:00-7:45 a.m. Nuestra hora familiar. Por lo general en este rato desayunamos juntos, y luego mi hija se entretiene jugando todo lo que se le pueda ocurrir con su papá.  Últimamente su juego favorito es uno en el que lo hace acostarse en el piso y le pone encima cuanta cobija se encuentre en la casa.

8:00 a.m. – 10:00 a.m. Parque. Este es el momento favorito del día de mi hija. Son 2 horas de juego completamente libre. Nos vamos al parque del condominio en el que vivimos con una manta, la merienda y un set de juguetes para la arena y cuando llegamos todo se vale. La mayoría de los días escoge pasar un rato en los areneros, un rato con los patos (hay un lago donde vivimos) y un rato en el play, pero otros días trata de escalar arboles, corre en las mini cuestas que se encuentra, da vueltas en el zacate. La mayoría de las veces se quita los zapatos apenas llegamos y pasa el resto del rato descalza. Usualmente hay varios niños de edades similares, entonces juega con sus amiguitos. En algún momento hacemos una pausa para comernos la merienda (siempre estilo picnic). Todos los días trato de que este sea un momento que se de; en los días muy ocupados trato de llevarla aunque sean 30 minutos antes de empezar el trajín… creo que estar en la naturaleza es terapéutico para ella y para mí.

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10:15 a.m. Baño. Una vez que volvemos del parque, mi hija está más que lista para un baño. Entre darle comida a los patos, jugar con arena y su afición por andar descalza, llegué a la conclusión de que lo mejor es bañarla después del ir al parque y no antes, si no tendría que bañarla 3 veces al día (hay baño en la noche).

11:00 a.m. Siesta. Para efectos del post estoy poniendo algunas actividades en horas exactas, pero obviamente las cosas no suceden de forma puntual… Lo que sí es cierto es que en un día normal en casa, entre las 10:45 y las 11:30 a mi hija le da mucho sueño y es su hora de la siesta. Usualmente duerme unas dos horas, por lo que este es el momento que aprovecho para bañarme, hacer llamadas, escribir en este blog o encargarme de cosas personales.

1:15 p.m. Almuerzo.

2:30 p.m. Estamos en época lluviosa, y últimamente no hay tarde en la que no llueva, entonces las usamos para hacer actividades adentro de la casa, que son un poco más estructuradas que las de la mañana, como pintar, ver todo tipo de libros, hacer alguna actividad didáctica con propósito para su edad (como desarrollar motora fina), o (la favorita de mi hija) hacer algo en la cocina. Hoy vino una vecinita amiga y pasaron la tarde entera haciendo repostería y jugando en el cuarto. Para la hora del café ya teníamos un buen poco de “cangrejos” recién horneados.

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5:15 p.m. Ya su amiguita se fue y es hora de la cena. Siempre procuro hacer las comidas con ella, pero a esta hora por falta de hambre lo que hago es comerme un “boquita”. Hoy hay olla de carne, su favorita.

6:00 p.m. Baño #2. Después de la cocinada y la jugada toca el baño antes de dormir. Hablamos, cantamos y juega con sus patos de baño. Mientras le pongo la ropa de dormir usualmente ve un episodio de Peppa Pig en el celular (es la fan #1). Ve los episodios en inglés, entonces todas las noches antes de dormir me dice “Night Night”, con acento británico. Es de las cosas más vacilonas que he escuchado.

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6:30 p.m. Cuentos. Luego del baño leemos un par de cuentos, ella los escoge. Este le encanta porque tiene ovejas, perritos, vacas y todo tipo de animales de la granja en las ilustraciones, entonces además de la historia que cuenta el libro nos inventamos otro montón de historias con los animalitos.

7:10 p.m. Hora de dormir. Yo voy con ella a su cuarto, y me quedo acostada con ella mientras se duerme. Esta es mi hora favorita del día. Me encanta abrazarla y sentir donde se va quedando dormida. Usualmente todo el proceso dura unos 20-30 minutos y apenas terminamos me hace “relevo” nuestra perra viejita Lulú, que se ha tomado muy en serio su rol de guardiana y se queda acostada con ella el resto de la noche.

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8:30 p.m. Cena con mi esposo. Usualmente después nos quedamos viendo algo en Netflix, pero hoy vemos una película que alquilamos. Soy un meme viviente y me quedo dormida en la mitad de la película, pero me despierto para ver el final, así que considero la noche un éxito.

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11:00 p.m. Hora de dormir. Me voy a la cama agradecida por un día más con mi familia y me alisto para hacerlo todo otra vez mañana.

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Espero pronto poder hacer un segundo post de este tipo, esta vez describiendo mi día como mamá de dos y todos los cambios que eso traiga a nuestra pequeña rutina.

No hay obra eterna de mayor importancia que la que se realiza dentro del hogar

La cama de mamá y papá

Mi hermano mayor comparte mi misma pasión por las letras. A ambos siempre se nos ha hecho más fácil escribir lo que pensamos y sentimos, y hoy les vengo a compartir una de sus más lindas prosas, inspirada en su experiencia como papá de dos niños.

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A las 3 am de hoy mi hijo mayor tuvo una pequeña emergencia con su pancita. Concluida la misma, se nos acurrucó en la cama a mi esposa y a mí… ¿Sabe usted, lector de mis ocurrencias, lo que para un niño significa la cama de papá y mamá? Haré un esfuerzo por explicarlo, desde el niño que hay aún en mí… Ahí mi hermana, que ha escrito también sobre esto, sabrá corregir o ampliar mis desordenados recortes:

1. La cama de mamá y papá es el lugar más seguro del universo. No hay refugio militar ni búnker que le gane. Encontrarás ahí el brazo de papá, listo para acariciarte, pero también listo para defenderte. Encontrarás también el cabello de mamá, que te cubrirá con su mágica protección contra la oscuridad y sus temibles moradores, así como de aquellos elementos naturales que te roban la paz: “Her hair reminds me of a warm safe place where as a child I’d hide and pray for the thunder and the rain to quietly pass me by”

2. La cama de papá y mamá es la más moderna cama de cuidados intensivos. Al igual que esta madrugada, es la cama de papá y mamá la que buscamos para recuperarnos de nuestras dolencias. En la infancia no hay enfermedad trivial. El niño percibe igual una gastroenteritis que una leucemia, una apendicectomía que una cirugía de corazón abierto… Para el niño NO HAY ENFERMEDAD TRIVIAL, no gaste el tiempo diciéndole que “eso no es nada”. Mi infancia estuvo llena de vómitos y soluciones endovenosas, triviales diríamos los adultos, pero reales al fin. No hubo nunca cama de hospital mejor que la cama de mis tatas. No hay equipo médico ni fármaco más efectivo para recuperar la salud que el permitirle a tu hijo acurrucarse con vos cuando se siente mal.

3. La cama de papá y mamá es el templo de la sabiduría. Al cuarto de papá y mamá entras con todas tus dudas importantes. Es ahí donde buscas respuesta a las preguntas más trascendentales de la vida… El oráculo del que obtienes la información trascendente. Esto nunca se acaba, siempre seguimos buscando respuestas en nuestros padres. Hace 12 años las busqué en ellos durante mi divorcio. Papá y mamá siempre serán nuestros gigantes ancianos depositarios de la sabiduría eterna de la vida.

4. La cama de papá y mamá es una verdadera alfombra mágica. Mi hijo mayor adora ver tele en nuestra cama, igual que el chiquitillo. Él tiene su tele en su cuarto, pero no es lo mismo. En nuestra cama él disfruta de la fantasía con mayor potencia. Se siente Don Quijote con el yelmo de Mambrino, y su lanza destroza fácilmente cualquier molino de viento… La cama de papá y mamá te transporta a mundos con celajes bellos e interminables, brisas frescas y horizontes con dos lunas de fuego. No hay historia que no sea posible mientras estás sobre esta verdadera Arca de la Alianza, agarrado de dos serafines áureos y brillantes.

5. La cama de papá y mamá es la verdadera “raíz” de la vida misma. Significa, en palabras de Gardel: “Volver con la frente marchita , las nieves del tiempo platearon mi sien”. Al menos en forma simbólica, sino explícita, nuestros hijos fueron concebidos justamente ahí. Entonces, volver a la cama de papá y mamá es todo un acto de introspección que nos transporta al núcleo de lo que somos, celular y ontológicamente hablando. La cama de papá y mamá es ese bosque en el que los tatas plantamos una semillita y la vemos brotar… y cuidadosamente la regamos y cuidamos durante años… Y un buen día, “plateadas” ya nuestras sienes, nos recostamos debajo de la sombra de esos robles que son nuestros hijos, buscando el frescor de la brisa que sopla en nosotros la satisfacción del deber cumplido.

Querido hijo:

Cuando te duela la pancita, cuando te saques una mala nota, cuando te jales una torta, cuando se te pierda algo, cuando sientas tristeza o dolor, cuando la vida te ataque con incertidumbres y ambigüedades, cuando se te muera tu mascota, cuando tengas hambre o frío, cuando no te alcance la plata, cuando te traicione un amigo, cuando tu mujer te falle o te abandone, cuando no tengas con quien dejar tus hijos, cuando ocupes reír o llorar, cuando tengas preguntas importantes, cuando QUIERAS Y NECESITES… tengas la edad que tengas: Aquí van a estar papá y mamá, listos para ayudarte y gustosos de recibirte en nuestras cobijas, prestos a dar la vida por defenderte y ayudarte a ser feliz… Aquí siempre estará para ustedes: LA CAMA DE PAPÁ Y MAMÁ.