Como casi todas las mamás de mi edad en esta era tecnológica, formo parte de varios grupos en redes sociales donde se intercambian consejos de maternidad. Las madres preguntan de todo: desde donde comprar el último producto de moda, hasta cómo bañar al bebé. Al menos una vez por semana en estos grupos lo leo: alguna mamá con un bebé pequeñito que está desesperada pues no sabe que hizo mal, ya que su bebé “mama a cada rato”, llora si no está en brazos, no se entretiene ni 5 minutos en ninguna de las sillitas que con tanta ilusión le compró, y para colmo de males sólo quiere dormir a su lado. Cuando leo algo así no puedo evitar sentir empatía, pues hace nada esa era yo, haciéndome las mismas preguntas, engañada por una montaña de expectativas sociales de como ” deben” ser los bebés.
Cuando uno se pone a buscar un poquito más acerca del tema sale a relucir una descripción (no muy agradable en mi opinión): bebé de “alta” demanda. Pienso que es una etiqueta fea porque no entiendo quien definió el estándar que nos hace pensar que un bebé “demanda” más o menos de la cuenta, pero en fin, es la que se usa y por eso la usaré a regañadientes, con el énfasis en las comillas de la palabra “alta”. La verdad es que biologicamente los bebés están programados para querer mamar de manera frecuente y buscar la seguridad del contacto físico de sus cuidadores tanto de día como de noche, hemos sido nosotros en los últimos cientos de años quienes hemos cambiado las reglas del juego y hemos decidido que lo que impera en la naturaleza no es lo aceptable socialmente. Algunos bebés, aceptan esos cambios sin problemas: pueden dormirse solos desde pequeños sin llorar, no tienen problema con ajustarse al horario que sus padres deseen que tenga, no se quejan de estar en una sillita mecedora y comen en intervalos más o menos predecibles. Otros bebés (muchos más de los que pensamos) necesitan brazos, pecho y calorcito con mucha más frecuencia.
Los consejos que las mamás reciben de algunas personas agregan a su preocupación: hay que dejarlos llorar para que se acostumbren, ponerles horario de teta para que se acostumbren, dejarlos dormir solos para que se acostumbren. Pero este post no se trata de ninguno de esos consejos, porque estos se basan en una premisa falsa: que los bebés de “alta” demanda deben de “arreglarse”, que hay que tomar ciertas medidas y pasos para que dejen de ser así, como si sus necesidades fuesen algún defecto de fábrica. No, este post no la va a invitar a nadar contra corriente, sino a aceptar y admirar al bebé que usted tiene, y no al que desearía tener. Porque yo descubrí que al cambiar el cristal con el que se ven las cosas y ajustar las expectativas uno puede ver a un bebé de “alta” demanda como lo que es: una verdadera bendición. A continuación les comparto porque pienso así.
Te desaceleran
Vivimos en una sociedad que valora el “corre-corre”. Nos sentimos muy importantes si en un día podemos chequear un montón de itemes de una lista de cosas por hacer, nos sentimos muy productivos si nuestro día es muy ocupado. Un bebé de “alta” demanda no ha sido afectado por estas ideas locas, él sabe lo que necesita y cuando lo necesita, y por ende nos invita a dejar nuestra propia agenda de lado y hacer una pausa. Una pausa para disfrutar de la deliciosa sensación de un bebé dormido en nuestro pecho, una pausa para sentir el peso de nuestro hijo en nuestros brazos. Puede que por un rato de nuestra vida no hagamos “un montón de cosas”, pero la recompensa nos acompañará toda la vida.
Te enseñan de paciencia y aceptación
Por más que su tía y su vecina estén convencidas, un bebé no sabe manipular. Esta no es una idea romántica mía, es una afirmación basada en lo que ha descubierto la neurociencia: los bebés simplemente no tienen la capacidad de tramar “maldades” para manipular a sus padres. Los bebés tienen necesidades y una sola manera de comunicarlas: el llanto.
La transición a la maternidad nos afecta en un montón de formas y donde antes éramos sólo nosotras, ahora hay una persona más, 100% dependiente de nosotros y nuestros cuidados. Eso puede a veces hacernos sentir colmadas, y si esperábamos algo distinto de nuestro bebé, muy frustradas.
Pero hay una gran diferencia entre el bebé que uno se imaginaba y el bebé que tiene en sus brazos: el último es la persona que Dios le confió a uno como mamá para guiar y cuidar, el otro es una simple fantasía. Al entender eso nos llenamos de paciencia y aceptación para regalarle a esa personita y empezamos a disfrutar mucho más nuestro rol y todo lo que implica.
Te enseñan que nada es para siempre y que todo pasa
Un día, cuando uno menos se lo espera, ese bebé que antes no soportaba estar un segundo sólo, empieza a moverse más, a atreverse a buscar lo nuevo. Ese bebé que no se despegaba de la teta empieza a independizarse y no hay vuelta atrás. Aunque al inicio esos momentos agobien, luego se extrañan con todo el corazón. Mi hija que no quería dormirse en ningún lugar que no fuera mi pecho me suelta la mano cuando trato de dársela en el parque porque ella quiere caminar sola, jugar sola, explorar sola.
La impermanencia es una parte inescapable de la vida. Nada dura para siempre y un buen día esos pequeños maestros nos enseñarán que todo valió la pena.