La maternidad… Cuando estaba embarazada soñaba con el momento de unirme a esa fraternidad de mujeres con sus hijos, todas compartiendo sus experiencias para que cada nueva miembro pudiera hacer lo mejor en su nuevo rol de mamá. Estaba un poco engañada. Aparentemente nunca me llegó el memo de que a veces la maternidad y todos sus matices (en especial entre extrañas y en redes sociales) se parece más a un campo de batalla que a una hermandad.
Los medios en un afán de que suene todo más atractivo ya le pusieron nombre: “guerra de mamás” (“mommy wars”). Y este es en mi opinión el peor término de todos, porque toma algo sagrado y hermoso como lo es la maternidad y lo vuelve en algo chabacano. Todos lo hemos visto pasar: se publica en alguna red social algún artículo científico o artículo de opinión acerca de un tema “X” de nacimiento o crianza y en 3…2…1… empiezan los comentarios. Las personas que están de acuerdo por supuesto alaban el tema y las que están en desacuerdo sienten una necesidad imperante de defender su punto de vista. Eso está genial, los debates me fascinan. Lo que no está genial es cuando estos comentarios se tornan en juicios de valor y competencias de quien es “más” o “menos” mamá.
No me mal interpreten. Soy una persona que ama la información. Creo que todo nuevo dato que venga de un hallazgo científico debe estar al alcance de nuestras manos para que nuestras decisiones sean informadas. Si no hubiera sido por el libre acceso a la información mi experiencia de parto probablemente habría sido muy distinta, y con toda seguridad no habría podido ni siquiera llegar al punto de escribir posts compartiendo vivencias de lactancia. Habiendo dicho eso, creo que todo el mundo tiene derecho de elegir, y creo que cada mamá hace realmente lo mejor para sus hijos, familia y situación actual.
Así que pensando como podría acabarse esta pseudo guerra, me vino a la mente un libro de Don Miguel Ruiz que me leí hace unos años (y me he releído varias veces desde ese entonces) que habla de cuatro acuerdos, supuestamente extraídos de la sabiduría tolteca, que nos ayudan a entender mejor a las otras personas, a nosotros mismos y primordialmente a ser felices. Quizás la fraternidad utópica que yo me imaginaba no esté tan largo de nuestras manos.
1. “Se impecable con tus palabras”
Nuestras palabras tienen magia. Una palabra positiva y edificante puede cambiarle el día a cualquier persona. Antes de hablar (o escribir) siempre deberíamos tener esto súper presente. Decirle a alguien que es una mala mamá no nos hace mejores mamás a nosotras. Si consideramos el poder de nuestras palabras y la manera en que transmitimos nuestros mensajes todo cambiaría muchísimo. Nunca usemos palabras para juzgar, y no dudemos en ofrecer palabras positivas a las personas que las necesitan en el momento oportuno (que somos todas, en todo momento).
2. “No te tomes nada personalmente”
Este es uno de los acuerdos más importantes si uno quiere ser feliz, no sólo en la maternidad, sino en la vida. El hecho de que una persona vaya con una filosofía con la que yo no voy o tenga una opinión que no sea igual a la mía no quiere decir que me esté atacando personalmente. Esto es súper difícil de interiorizar, lo sé. Antes los comentarios no deseados le llegaban a las mamás sólo de unos cuantos allegados y se acabó; ahora nos inundan en las redes sociales y es complicado escapar de ellos, pero no son ataques hacia nosotras.
Es una maravilla que se realicen estudios acerca del sueño de los niños, de las formas de alimentación, del modo de nacer, de su crianza cuando son pequeños y grandes. Esto nunca debería de dejar de pasar porque nos permite tener acceso a todo tipo de información. Sin embargo eso no quiere decir que si hemos decidido tomar otros caminos, o nuestras circunstancias han sido distintas a las que se alaban en los estudios entonces estos sean dirigidos a nosotros personalmente y la labor que estamos haciendo como mamás. Una cosa es un hallazgo científico y otra cosa es un juicio de valor. Las organizaciones de salud deben emitir criterios utilizando hallazgos científicos, pero nos corresponde a nosotros tomar decisiones basadas en todos los factores que rodean a nuestra vida. Somos las expertas en nuestra propia familia.
3. “No hagas suposiciones”
Mamás que dan teta: no supongan que todas las que dan el biberón lo hacen porque no quisieron dar de mamar. Mamás que dieron a luz por cesárea: no supongan que todas las que dieron a luz de forma vaginal piensan que esa es la única manera correcta de hacerlo. Mamás que practican el colecho: No supongan que esa es la única manera de darle amor en la noche a un hijo y que la que no lo hace así lo hace mal. Mamás cuyos hijos duermen en sus cunas desde el inicio: No supongan que las mamás que practican colecho son desinteresadas en su matrimonio y están condenadas a tener hijos dependientes hasta la adolescencia. Mamás que se quedan en casa: No supongan que las mamás que trabajan fuera del hogar no les pueden dar el mismo amor a sus hijos sólo porque pueden estar presencialmente con ellos por menos horas.
En fin, suponer sólo nos mete en problemas. Con costos conocemos a profundidad a nuestros mejores amigos, no asumamos nunca que conocemos a alguien sólo porque sabemos algo tan minúsculo como la manera de dormir con su hijo. Cada familia es un mini mundo, cada persona es un mini mundo. No hagas suposiciones.
4. “Haz siempre tu máximo esfuerzo”
Ese creo que no necesita mayor comentario, porque es lo que las mamás siempre hacemos. No importa que tan cansada haya sido la noche anterior, nos levantamos con la idea y la intención de hacer nuestro máximo esfuerzo, que a final de cuentas es lo que más importa y lo que nuestros hijos podrán ver cuando crezcan y ya no sean nuestros bebés.
Mucha luz, paz y amor para todas
Muyyyyy cierto tu comentario. Es difícil y Muchas veces nos sentimos atacadas con sugerencia como si nuestra manera de hacer x o y cosa siempre debería ser diferente. Ji ji es respetar cada manera de ser y me parece genial usar esos cuatro acuerdos! Gracias x compartirlo